¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ganas de Museo

Hay muchos motivos, tanto estéticos como reivindicativos, para ir a la exposición sobre el Renacimiento en el Bellas Artes

El consejero contempla el techo de Arguijo.

El consejero contempla el techo de Arguijo. / DS

DESEANDO estoy que pase la marabunta de los días festivos para poder ver tranquilamente la exposición que el jueves se inauguró en el (por ahora y esperemos que durante muchos años más) Museo: Arte del Renacimiento en Sevilla, de la que ya ha dado noticia en estas páginas Juan Parejo. Y digo Museo a secas porque así es como siempre se le ha llamado en la ciudad al viejo convento de la Merced desde que la desamortización, ese atraco a mano armada, lo convirtió en el depósito de todas las obras que quedaron flotando en el limbo debido al exclaustramiento de numerosos conventos y monasterios. Guste o no reconocerlo, la historia de la museografía mundial es la de un expolio interno y externo, lo cual no le quita ni un ápice de grandeza y belleza a muchos de ellos. El Museo es el Museo, y los otros, los posteriores, son los que tienen que dar el apellido: Arqueológico, Artes y Costumbres populares o ese que no quiere serlo y prefiere llamarse “Centro” o, peor, CAAC. En todas las familias siempre hay un moderno con ínfulas.

Estas ganas locas, como de bolero, que tengo por ir a la exposición sobre el Renacimiento se deben varias razones. La primera está motivada por el interés de la muestra en sí misma, que tiene entre sus muchos alicientes el poder ver el techo de la casa de Juan de Arguijo, atribuido a Alonso Vázquez. Pero también porque es una forma de reivindicar la importancia del Quinientos en Sevilla, una ciudad a la que siempre se la limita al Barroco, pero que bebe de muchas otras fuentes, incluso más importantes, como la mudéjar o la renacentista. Sobre la importancia de este asunto tenemos la gran obra del ya desaparecido Vicente Lleó Cañal, Nueva Roma. Mitología y humanismo en el Renacimiento sevillano, uno de los mejores libros que se han escrito sobre el pasado de la ciudad y que a muchos les sorprendería leer. Ánimo, el más que meritorio Centro de Estudios Europa Hispánica (un claro ejemplo de lo que la iniciativa privada puede hacer por la cultura) sacó en 2012 una magnífica reedición ilustrada con profusión.

Pero mis ganas de Museo van más allá de lo artístico o lo intelectual. Tienen un claro componente reivindicativo. El de los que no tragamos con el cuento del fantasioso y poco riguroso proyecto de traslado de la institución a la Fábrica de Tabacos. Ya se han dado muchos argumentos en esta columna, pero el otro día una amiga añadió candela al fuego: “¿de verdad saben estos señores cuánto cuesta el metro cuadrado de musealización? Piensa sólo en la climatización, no es cuestión de poner sólo un aire acondicionado”. Vamos sumando.

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