La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Garlochización

Aquellos barros, organizados por las autoridades cofrades y religiosas, traen 25 años después estos y otros lodos

érase una vez una iglesia en la que no cabía una imagen o una pintura más. Al entrar en ella parecía caerse por un agujero espaciotemporal que trasladara a los años 40 y a una de esas tristes, feas y beatas iglesias en las que es pródiga Madrid. En esta iglesia siempre son los años 40, como si el tiempo se hubiera detenido y aún la frecuentaran viejas con velo, reclinatorio con su nombre grabado en una chapita y cajoncito con llave para guardar el Misal Regina. No debe ser casual que allí se dijera la anual misa de noviembre por el anciano dictador, como si a su fantasma le resultara más fácil materializarse en tan favorecedor entorno, convocado por nostálgicos con Loden y gafas oscuras de cuadrada montura dorada como las de su caudillo.

Pero todo puede ir a peor porque la iconomanía no conoce límites. Pese que los santos se apelotonen allí como nipones en el metro de Tokio, han brotado altares portátiles exentos en los que se exponen tres crucificados a la vez, conformando un extraño monte Calvario con tres Cristos en lugar de, como es lo usual, uno flanqueado por dos ladrones. Están clavadas, no dos, sino tres cruces en este monte del olvido. Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada, la que pariera este goyesco sueño de la razón que ya saben ustedes lo que produce. Tres crucificados expuestos uno junto a otro convierten necesariamente una iglesia en una sala de exposiciones visitada por un chorro de curiosos y turistas. Doctores tiene la iglesia pero veo difícil, si no imposible, conciliar museo y templo, sala de exposiciones y casa de oración. Y un doctor de la Iglesia, San Juan de la Cruz, escribió: "La persona devota de veras pocas imágenes ha menester y de pocas usa".

Hay precedentes. En 1992, para que los vieran los turistas que venían a la Expo, seis pasos, seis, se expusieron durante un mes en el Salvador (anuncio del triste destino museístico de este templo al que los sevillanos han de entrar identificándose): Presentación al Pueblo, Amor, Exaltación, Pasión, Dulce Nombre y Victoria. Enfrente, en la iglesia de la Paz, se apelotonaron los del Amparo, Salud de San Isidoro, Rosario de Santa Ana, Alegría, Luz, Divina Enfermera, Pastora de Santa Marina y Reyes de los Sastres. Ese mismo año 92 otros dos pasos con sus respectivas imágenes -Misericordias y Candelaria- estuvieron expuestos seis meses en la Catedral, reducida a sede de la exposición Magna Hispalensis. Aquellos barros, organizados por las autoridades cofrades y religiosas, traen 25 años después estos y otros lodos.

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