Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Gascoigne

La única vez que fue a los toros era para pedirle un autógrafo a Dennis Hopper en 'El amigo americano'

Alos que echan pestes contra este oficio siempre les recuerdo, también a mí mismo cuando cunde el desánimo en esta carrera de fondo, que el periodismo me regaló una ciudad muy hermosa y el amor de mi vida. La conocí en uno de los diarios en los que trabajé. Ella tenía que hacer un trabajo para el instituto sobre el funcionamiento de un periódico. Eligió Diario 16 y es muy posible que entonces tuviera 16 años. El trabajo incluía la entrevista a un periodista. Cazador cazado. Su trabajo obtuvo muy buena calificación académica y el veneno hizo el resto. También las clases de Julio Manuel de la Rosa en el Centro de Nuevas Profesiones, ese escritor primoroso del que como de tantos sólo nos acordamos cuando los visita la puñetera mano de nieve.

El amor de mi vida nació el mismo día que Paul Gascoigne, al que dibujó Diego Carrasco en la dedicatoria de su novela El tesoro japonés como tributo al gol que David Platt le marcó a Bélgica en el Mundial de Italia a pase del controvertido futbolista británico. A pase de Pedro Andrades, yo le marqué un gol similar, salvando las distancias, a Ángel Gámiz, cancerbero de Canal Sur además de periodista y maratoniano. La noche que Diego me dibujó esos garabatos, futbolistas de giacometti, vino a cenar a casa con Atín Aya, que un día retrató a nuestras hijas, Andrea y Carmen, en su casa de Marqués de la Mina. Yo estaba en minoría casi extraparlamentaria, cabeza de familia con cabello decreciente, hasta que llegó Paco con la escurriura, palabra que tanto le gustaba a Pilar, la madre del amor de mi vida, aquella cocinera prodigiosa, qué pequeña y prosaica la palabra suegra para llamarla, casi tan fea como madre política, que nació en Santa Olalla del Cala el mismo último día del año 36 que murió Unamuno. Como su hija con Gascoigne pero al revés.

El primer regalo fue un pañuelo de los hippys y un ejemplar de El amigo americano, de Patricia Higsmith. Ahora está en la misma estantería de El tesoro japonés con un autógrafo de Dennis Hopper en la portada sobre el fotograma de la película de Win Wenders. Para conseguir esa rúbrica firmada fui a la Maestranza, donde el actor-fotógrafo de Apocalypse Now asistía a una novillada, la única vez en mi vida que he ido a una corrida de toros. El último regalo de cumpleaños que le he hecho son estas palabras para la chica a la que le conté lo útiles que son los edredones para un corresponsal de guerra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios