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Tribuna Económica

Rogelio Velasco

Gasto público, déficit y multiplicaciones fiscales

Durante esta semana, se ha producido un debate recogido en los principales medios de ámbito nacional, a propósito de la desviación del déficit público respecto del objetivo previsto, y de las previsiones que el gobierno ha presentado de déficit y de crecimiento, tanto para este año como para 2017.

El argumento es el siguiente: Se prevé para este año pasar de un déficit del 5% al 3,6%, con un crecimiento menor, del 2,7% (el año pasado fue del 3,2%). Y para 2017 con un crecimiento aún menor del 2,4% se reduciría el déficit hasta el 2,4%. ¿Tiene sentido esperar déficits menores con un crecimiento menguante? Y si no lo tiene, ¿querrá decir que es el propio déficit el que está impulsando notablemente el crecimiento?

En unas circunstancias económicas normales, de crecimiento, déficit y deuda sostenibles, es muy poco probable. Si lo es, en cambio, si se está saliendo de una gran recesión. En plena recesión se produce un desplome de la recaudación, porque quien trabajaba y ahora está en paro, deja de pagar impuestos, las empresas presentan pérdidas o reducciones elevadas de los beneficios y pagan también menos impuestos. Igual ocurre con los impuestos al consumo.

Pero en la medida en que la actividad se expande, se crea empleo, aumenta el consumo y las empresas vuelven a beneficios, el incremento de la recaudación crece más que proporcionalmente, porque lo hace la renta asociada al empleo y los beneficios empresariales asociados a la mayor actividad. Este comportamiento típicamente necesita de más de un año, para que se generen efectos acumulativos suficientemente grandes sobre el empleo y los beneficios empresariales y, en consecuencia, sobre la recaudación. De manera que sí, es posible esa aparente paradoja.

Respecto de la relación entre déficit público y crecimiento, es imposible en pocas líneas explicar con detalle las interacciones que se producen entre estas dos variables.

El gasto público total en España ha estado prácticamente congelado en torno a 465.000 millones de euros durante los últimos tres años, coincidiendo con el despegue de la economía. Han sido factores por el lado del sector privado, fundamentalmente el consumo privado y las exportaciones netas de bienes y servicios, con la ayuda de tipos muy reducidos, los que explican la recuperación de la actividad económica.

El impulso dado a la economía por el multiplicador fiscal ha debido ser reducido, dado el comportamiento del gasto, prácticamente plano. Solo el pasado año, durante el segundo semestre, ha podido tener algún efecto expansivo, como consecuencia de la reducción de impuestos directos llevados a cabo por el gobierno central. En todo caso, el efecto multiplicador, cuando funciona, tiene un efecto positivo elevado durante los dos trimestres siguientes al aumento efectivo del gasto o a la reducción de impuestos, para reducirse rápidamente en los trimestres siguientes.

El nuevo mundo keynesiano en el que vivimos está alejado del que originalmente inspiró a Keynes. En este mundo rodeado de incertidumbre, el efecto de los multiplicadores fiscales tiene mayor relación con las expectativas de los agentes que con la cuantía del aumento del gasto o de la reducción de impuestos.

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