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Crónica Personal

Gélida Fiesta Nacional

Nunca un 12 de octubre se ha celebrado con España tan dividida, con tanta preocupación en el ambiente y tanta tristeza

Ni una sonrisa en la explanada de la Armería donde se celebraron los actos conmemorativos de la Fiesta Nacional, ni un gesto de calidez. Habrían sido lógicos, para compensar la imposibilidad de estrechar manos o darse un abrazo, prohibidos por el Covid. Pero no se vieron. La frialdad de la plaza de la Armería, tan presente que casi se podía tocar, no se debía al coronavirus, sino a una España que tiene poco que celebrar: este Gobierno sólo ha traído división y ruina, engaño e imposiciones a las autoridades que no son de su cuerda. Como en Madrid, donde acosan con todas las medidas a su alcance a la presidenta Ayuso. Pero lo peor de este Gobierno ha sido promover una operación contra la Monarquía, provocando la salida de España del rey Juan Carlos e intentando cercar al rey Felipe con el veto a su persona en cuanto tiene ocasión.

La Fiesta Nacional se celebró en un ambiente gélido, sin sonrisas ni gestos de calidez, y con los gritos de fondo de centenares de madrileños que habían sorteado los controles de la calle Bailén y gritaban vivas al Rey y Sánchez dimisión. Nunca un 12 de octubre se ha celebrado con España tan dividida, con tanta preocupación en el ambiente y tanta tristeza.

Hubo solemnidad, respeto, la música adecuada, un homenaje emocionante a la bandera y el merecido recuerdo a los caídos. Se pidió que se sumaran a la ceremonia las organizaciones civiles que tanto están contribuyendo a la lucha contra la pandemia, sanitarios, policías, bomberos, unidades desplegadas a lo largo y ancho de España con un comportamiento ejemplar. Contrastaban esos hombres y mujeres, y los hombres y mujeres que formaban parte de la parada militar, con las caras de las autoridades, Gobierno, instituciones y portavoces de la oposición. Imperturbables, como si hubieran asumido al fin que el desencanto de los españoles hacia su clase política actual es prácticamente unánime. Agudizado contra los que gobiernan, porque ni aciertan con sus decisiones ni parece que tengan ganas de acertar.

Ha sido un día que pasará sin pena ni gloria. Todos los países del mundo celebran a lo grande su Fiesta Nacional, en las instituciones y en familia. Este último año lo han hecho con actos muy reducidos, con la mínima presencia para cumplir las normas de seguridad y sin recepciones multitudinarias. Pero con emoción ante su himno y su bandera, con el sentimiento común de formar parte de un país y de una comunidad, con respeto a sus dirigentes aunque no les hubieran dado su voto. Con alma. Eso faltaba en la Armería: alma.

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