Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Geografía de la miseria

Muy cerca de la Cartuja o de la Plaza de Cuba hay barrios donde el Tercer Mundo es la realidad de cada día

Durante la pasada campaña electoral hubo alguna alusión, pero siempre de soslayo. Como si fuera una cuestión menor o algo que es mejor tener oculto porque no tiene solución ni la va a tener. O quizás porque los candidatos pensaban que hablar de ello no da votos, por lo que, con lenguaje políticamente correcto al uso, mejor que no estuviese en la agenda. Pero Sevilla tiene un problema de marginación social que la lastra, que supone una rémora en su desarrollo y una bomba de relojería que puede estallarnos en cualquier momento. Tener año tras año en las estadísticas oficiales los barrios más pobres y con mayores tasas de exclusión de España no es sólo una parte del paisaje con el que tenemos que convivir. La Semana Santa pasada tuvimos un aviso con la detención en Marruecos de un chaval de Su Eminencia que había sufrido un rápido proceso de radicalización yihadista. La pobreza y la desesperación es el mejor caldo de cultivo para el radicalismo y la inseguridad. En Sevilla tenemos barrios donde la Policía se lo piensa todavía dos veces antes de entrar y el Ministerio del Interior ha optado por poner una comisaría cerca pero no dentro del Polígono Sur. Las Tres Mil Viviendas y Los Pajaritos, entre otras, son zonas que viven al margen de Sevilla. A quizás menos de un kilómetro en línea recta de la Plaza de Cuba y a poco más de los edificios inteligentes y tecnológicos de la Cartuja hay miles de sevillanos para los que el Tercer Mundo es el pan nuestro de cada día y el horizonte sólo es negro.

Es así desde hace décadas y no parece que vaya a dejar de serlo en las próximas. Los esfuerzos que se han hecho, en forma de planes especiales o comisionados, han servido para poco y han sido sólo paños calientes incapaces de contener una enfermedad crónica con origen en problemas que nunca se han abordado con efectividad. Problemas que tienen que ver con la droga, las mafias o la falta de voluntad de integración de poblaciones que siempre han vivido al margen de la mayoría. Pero también con la pasividad y el mirar para otro lado de los que tenían que haber puesto los remedios.

Sevilla lleva cuatro décadas de ayuntamientos democráticos y más o menos el mismo tiempo con Andalucía con un Gobierno con un amplio margen de actuación política y social. Ni la democracia municipal ni la existencia de un poder regional han paliado este problema más allá de discursos voluntaristas y acciones que se han quedado en nada.

Estaría bien que en el comienzo del segundo mandato de Juan Espadas la ciudad viese que ésta es una cuestión prioritaria. Por razones de pura humanidad, claro. Pero también porque Sevilla no puede permitirse el lujo de estar año tras año a la cabeza de la geografía española de la miseria.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios