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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El Gobierno en el alambre

Los que han hecho presidente a Sánchez sólo coinciden en un cosa: pretenden acabar con la Constitución de 1978

No ha sabido perder Rajoy, tanto en su espantada de la sesión del jueves como en su pretensión deslegitimadora de la moción de censura que le ha apeado del poder. Lo que ignoramos es si Sánchez va a saber ganar. O sea, si va a poder gobernar con sólo 84 diputados incondicionales y casi cien de dudosa lealtad (más los 169 de PP y Ciudadanos decididamente en contra), y si va a gobernar bien, que ésa es otra.

La forma en que ha llegado Pedro Sánchez a La Moncloa es perfectamente legítima, constitucional y legal. Aunque pienso que un presidente que llega a serlo sin haber ganado en las urnas lleva un lastre de debilidad objetiva, la democracia parlamentaria consagra que gobierne quien concite el apoyo de la mayoría absoluta de la cámara electa, provenga esa mayoría de un solo partido o de catorce. Esto no admite discusión.

Ahora bien, es muy conveniente siempre que los apoyos que recibe el candidato minoritario respondan a un programa mínimo compartido. Aquí no ha habido nada de eso: el único programa común de Pedro Sánchez con Podemos, ERC, PDeCAT, PNV y Bildu ha sido echar a Mariano Rajoy. Lo suyo ha sido una coalición anti-PP circunstancial liderada por un listo con ambición al que los otros ven como un tonto útil.

La característica en que coinciden los aliados que han llevado a Pedro en volandas al poder es que todos ellos defienden el derecho a decidir de las nacionalidades españolas y denostan la Constitución del 78 que impide su ejercicio. Y desde el minuto uno van a intentar que el nuevo presidente del Gobierno empiece a pagarles la factura.

Ahora bien, ¿qué les puede dar? Les ha ofrecido diálogo, sí, pero hay que preguntarse sobre qué. Piensen en Cataluña: ni siquiera alguien tan ambiguo, acomodaticio y camaleónico como Sánchez está en condiciones de sacar a los presos de la cárcel o traerse libre al prófugo de Berlín, reconocer el referéndum del 1-O, aceptar la república de guardarropía o cambiar la Constitución para que los catalanes ejerzan el derecho a la autodeterminación y secuestren la soberanía de los españoles.

Contando con la decepción de la mayoría de los que lo han hecho presidente, a Sánchez le queda una sola opción: gobernar en plan populista, aumentando las pensiones, implantando la renta básica, subiendo impuestos y cosas así. Para durar todo lo que pueda y presentarse a unas elecciones lo más tarde posible con un balance social positivo. Es de lo que se trata.

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