EL gol de Iniesta a Stekelenburg ha dado para mucho. Sale en una novela del griego Petros Markaris, en la portada de un libro de Jimmy Burns Marañón, en una conferencia de Juan Villoro y ahora es el hilo conductor de la nueva película de Daniel Sánchez-Arévalo, La gran familia española. La nuestra también somos cinco hermanos varones con la diferencia de que Antonio de la Torre tiene un goya y nosotros sumamos 80, el número de la calle Goya de la barriada de las 309 de Puertollano en la que vivíamos.
El año del gol de Iniesta fue un buen año para mi hermano Mario, el pequeño del quinteto, mi hermano capicúa. Yo nací en el 57 y él llegó en el 75 con la escurriura. Brindé por su nacimiento con cola-cao y champán de regreso de una boda en Aínsa. En este pueblo del Pirineo aragonés donde Kiko Veneno dio un concierto memorable se casaba con una enfermera Joan Cantavella, un periodista que por entonces era director de un periódico de Menorca. Fui padrino de bautizo de mi hermano pequeño, que el año del gol de Iniesta me hizo muy feliz renovando el contrato para que apadrinara en la mezquita de Córdoba a su hija Marta. Esta niña malagueña de madre cordobesa nació una semana después del día del Rosario en que se supo que Mario Vargas Llosa obtenía el premio Nobel de Literatura. Lo celebró publicando poco después la novela El sueño del celta.
Tres años después del gol de Iniesta, el mismo día que se cumplían cuarenta años del golpe contra Salvador Allende y doce años de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, como si esos dos Marios se conjurasen con nueva vida para contrarrestar los estragos del doctor Muerte encarnado en Pinochet y en Al Qaeda, Mario Vargas Llosa presentaba su nueva novela, El héroe discreto, y Mario Correal le regalaba a mi madre, en puertas de cumplir los 80 años, el mejor regalo: el décimo de sus nietos, Javier, el quinto varón para no perder la costumbre. El cumpleaños de la abuela coincide con la inauguración del festival de cine de San Sebastián. Carlos Saura presenta la cinta apócrifa Mamá cumple ochenta años. La de Goya, 80. La historia de una manchega, hija de panadero, que se casó un día del Carmen de 1956 con el hijo de un militar. El abuelo ausente. Otra boda de película el verano que España biocoteó los Juegos Olímpicos de Melbourne cuando ni los canguros saltaban al estilo Fosbury.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios