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La Gran Madre

Quien subió el vídeo daba tres hurras por la madre coraje y la gran mayoría de comentarios la jaleaban

El otro día me juré no volver a las redes -casi un minuto largo me duró el propósito- después de haberme comido una ristra de comentarios brutales de esos que, como el chocolate, sabes que te están haciendo mal, pero no paras de hincarle el diente. Alguien subió un vídeo de Tik Tok (ya, no entro en el target de edad) con una madre atribulada que confesaba, a la cámara y al mundo, que, aunque su hija se lo había ocultado y hasta suplicado que no acudiera, ella se había colado en la ceremonia de graduación de la niña cual comando suicida en Afganistán. Por más que la Universidad había rogado a los padres que no asistieran por motivos sanitarios obvios, La Madre (mayúscula en todos los sentidos) declaraba enardecida que nada de este mundo le iba a impedir ver a su criatura en tamaño trance, se supone que único e irrepetible. Lo hacía con los ojos empañados en lágrimas y porte de heroína de tragedia griega. O de culebrón venezolano. Quien subió el vídeo daba tres hurras por la madre coraje y, por lo que leí -la curiosidad mató al gato-, la gran mayoría de los comentarios la jaleaban y subían a los altares de la Buena Maternidad Sin Fisura Ninguna. Sólo un par de cascarrabias -como yo- advertían del nulo civismo de ese amor apasionado y del peligro que, de ser todos los padres igual de abnegados, se montara en el campus una aglomeración claramente temeraria. A los que se atrevieron a aguar la fiesta emocional martirológica les cayó la del tigre. Mi prudencia -llámenlo cobardía sin reparo ninguno- me aconsejó salir huyendo. Y me acordé de Boris Vian.

El genial novelista francés abandonó la literatura por el fracaso de la que, creo, es una de las obras más salvajes que leerse puedan: El Arrancacorazones. Ahí Vian hace un retrato de la madre mediterránea, abnegada hasta el martirio, que pone los pelos de punta. Y que leído en edad fértil provocaría un descenso de la natalidad que ríete tú de la famosa pirámide invertida. Sufrir por los hijos hasta hacerles la vida imposible. Desafiar al mundo, incluso machacarlo, en aras de un amor maternal que más bien parece un castigo divino. Lograr que el vástago confunda la gratitud con el pavor. A la madre del Tik Tok no sé si le habrán sonado las alarmas vía autoridad académica y, ojalá, por la reacción enfurecida de su hija. Tampoco si alguien ha tenido coraje para afearle una conducta que, en las redes, la ha subido literalmente a los altares. Por si vale de pista, a Vian el rechazo que provocó esta novela lo retiró para siempre de las letras, entregado al cine y al jazz. Y fue precisamente viendo el estreno -al que se coló- de la versión de su Escupiré sobre vuestra tumba cuando un infarto se lo llevó de forma fulminante. Tenía 39 años y dos hijos tenidos antes de escribir la novela. Luego se divorció. Y eso que no había Tik Tok.

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