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Alejandro V. García

La Gran Tormenta

EL insulto que Felipe González le dedicó el jueves a Mariano Rajoy no lo podemos despachar como un subproducto del rifirrafe de campaña. En la derecha llevaban dos semanas esperando el estallido de la "tensión" y de la "dramatización" que Zapatero anunció en el famoso aparte a Iñaki Gabilondo. Sin embargo, para su desazón, la Gran Tormenta se demoraba indefinidamente. No se desató el domingo previsto ni en los días posteriores. Como el teniente Giovanni Drogo, condenado a esperar inútilmente en una fortaleza el ataque de los invasores, los oteadores de la Gran Injuria aguardaban en vano. Igual que en la novela El desierto de los tártaros de Dino Buzatti. Mientras tanto se entretenían viendo pasar las nubes e interpretando el perfil violento de cirros, cúmulos y nimbos. ¿Por dónde andaría la orgía de insultos, el torbellino de trapacerías, el tifón de escarnios?

Haciendo una pirueta circense, se había tratado de relacionar los incidentes acontecidos con María San Gil, Dolors Nadal y Rosa Díez con la famosa tensión. Da igual que los causantes fueran grupos extremistas y minoritarios que, por cierto, han logrado una fama, y un reconocimiento, muy superior al que jamás soñaron. Los oteadores habían encontrado una relación entre la anhelada "dramatización" de Zapatero y las agresiones a través del "clima". El clima quiere decir, según esta singular teoría meteorológica, las relaciones entabladas por el PSOE con los nacionalistas "radicales", los vascos y los catalanes (por cierto, ¿qué actitud adoptará con los nacionalistas el partido que gane, en minoría, las elecciones? ¿Y cómo interpretar la agresión de ETA la madrugada de ayer contra la Casa del Pueblo en Derio?).

En estas estábamos cuando prorrumpió Felipe González en el mitin y llamó "imbécil" a Rajoy. Entonces, algo parecido a un látigo de fuego cruzó por entre las nubes. Allí estaba, ya sin duda, la "dramatización" de Zapatero, con un poco de retraso, y desatada a través de una persona interpuesta, pero revestida con un poder maléfico, injuriante y desazonador. ¡Ay Felipe, Felipe!, ¿cómo eres tan ordinario, grosero, tan poco diplomático con los otros y con los tuyos? Y en esas nos hallamos ahora.

¿Exageraciones? Qué va. Ahí van un par de titulares de ayer: "González alimenta la tesis de la tensión y llama a Rajoy 'imbécil" y "González aporta la tensión que pedía Zapatero". Dejo al lector la opción de imaginar el medio. Y Javier Arenas: González insulta a Rajoy por encargo de Zapatero.

Qué raro que con tanta obsesión por buscar el rastro de los ultrajes propios los partidos no cayeran en citar la violencia ajena, la de género, hasta el día después de que cuatro mujeres fueran asesinadas.

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