Las empinadas cuestas

amparo / rubiales

Griñán

LA generación de Griñán, la mía, nació y creció en la dictadura; la política de izquierdas era clandestina; los hijos de una pequeña burguesía, profesionales diversos, nos dedicamos a estudiar, hacer oposiciones y pelear por la democracia, minoritariamente. Cuando ésta llegó, teníamos poco más de 30 años y ocupamos puestos de responsabilidad muy jóvenes. Somos la generación de la transición democrática, casi ninguno pretendía dedicarse de lleno a la política y fueron las circunstancias las que nos llevaron a ello, como hoy hacen las nuevas generaciones que se ocupan de algo tan necesario, y desprestigiado, como la política.

Griñán se dedicó a ella con el único afán de servir a la gente y en eso sigue; ahí está su currículum, sus declaraciones de renta y de patrimonio, que demuestran este aserto. No buscó ser ni consejero ni ministro ni presidente de la Junta de Andalucía; se lo pidieron, lo asumió y ejerció con plena autonomía y sin tutelas de nadie, lo que le ha creado muchos problemas, pero entendía que tenía que ser así y cuando cree en algo que es justo no es fácil que cambie de idea.

Griñán es mi amigo, un político diferente, con una visión poco habitual y que desconcierta, como ocurrió cuando decidió separar las elecciones andaluzas de las generales; todos, propios y ajenos, no lo entendieron, pero eso permitió, contra todo pronóstico, que el PSOE siguiera gobernando Andalucía, después del mayor desastre electoral del socialismo español. Hizo un Gobierno de coalición con IU que ha demostrado, pese a la crisis y las limitaciones presupuestarias, que otra forma de gobernar es posible. Se ha preocupado sin descanso de frenar el incremento incesante de las desigualdades y de paliar esa exclusión social que asuela la vida de tantas personas.

Acertó al nombrar consejera de Presidencia e Igualdad a Susana Díaz y al encomendar la gestión del PSOE-A a Mario Jiménez; hoy el socialismo andaluz gobierna y no se hunde en las encuestas. Acierta al anunciar ahora, en sede parlamentaria, que no se presentara a la reelección como presidente de la Junta; con tiempo, para que todos sepamos con claridad cuáles son las reglas del juego y buscando, con honestidad, lo mejor para Andalucía.

La biología y sus ideas le han hecho dar este paso. Proponer la limitación de mandatos es necesario en estos nuevos tiempos. Griñán no se va, sólo sabemos que no volverá a ser presidente, pero seguirá porque la Política, con mayúsculas, es su vida.

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