FERIA Toros en Sevilla en directo | Cayetano, Emilio de Justo y Ginés Marín en la Maestranza

NI calentura, ni dolores articulares ni náuseas. Todo es mentira. El auténtico síntoma de la gripe A es una profunda sensación de perplejidad parecida a la que sienten las víctimas del tocomocho. Ahora que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el fin de la pandemia las auténticas víctimas de la gripe estamos padeciendo el verdadero trastorno: una maligna perturbación que nos hace parecer imbéciles en medio de un estadio repleto de gente. Ninguna de las medidas higiénicas o sanitarias que hemos adoptado a lo largo de los meses para frenar el virus nos ha servido. Ni las aparatosas mascarillas, ni el gel desinfectante ni los millones de dosis de vacunas que esperan en los almacenes la resurrección de los muertos. Esos remedios, en realidad, eran la trampa, los transmisores de una gripe que ahora, cuando oficialmente ha acabado, en pleno agosto, nos estalla en las narices. De los dieciséis expertos que han asesorado a la OMS y le han recomendado proveerse de toneladas de vacunas, seis han admitido que habían cobrado de los laboratorios. Un tal Neil Morris Fergurson, del Imperial College de Londres, asesoró a los laboratorios Roche y GSK, y otro tal que responde a Arnold Monto ayudó a GSK, Novartis, Roche Baxter y Sanofi. ¿Siente o no siente el lector el maldito síntoma?

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