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La ciudad y los días

carlos / colón

Grito de alegría del Cielo

TERMINÓ la saeta de Manuel Cuevas, estalló el atronador e interminable aplauso, llamó Santiago, fue asunta la Esperanza y sonó Esperanza Macarena de don Pedro Morales. Yo estaba allí disfrutando del privilegio de vivirlo bajo un antifaz, junto a la Virgen de la Esperanza y a mis más queridos hermanos macarenos. Para no estallar el corazón necesitaba corazones con los que compartir la emoción de ese momento.

Ha pasado un año justo -porque da igual fuera un 29 de marzo y hoy sea 18 de abril: los años se cumplen de Viernes Santo a Viernes Santo, caigan cuando caigan- y todavía sigo allí. De alguna forma esa Madrugada morí a la Semana Santa. ¿Qué más se puede sentir, se puede ver, se puede oír, se puede vivir? ¿Cuánto más se puede llorar, se puede reír, se puede gozar, se puede recordar? Oigo a Alberto García Reyes decir que en los últimos 20 ó 25 años no se ha oído, sentido y vivido una saeta igual. Alguna de Manolo Mairena, de Calixto Sánchez, de José de la Tomasa… Y la de la Madrugada de 2013 en la Campana. Más emocionante por su generosa imperfección, más macarena por su loco arrebato, pasión venciendo a la técnica. Cosas de la Esperanza que esa misma noche convirtió la desgracia de la lluvia en la gesta de las siete chicotás hilvanadas -marcha tras marcha- por el Carmen de Salteras. Aquella fue la Madrugada y la mañana de la medida desmesura y la sabia locura macarena.

Un año ha pasado y otra mañana de emociones desmedidas nos espera. Después de tres años habrá Relator, Parras y Escoberos. Tres años sin pasar por Parras, ¿qué le cantaría hoy la Marta a la Esperanza, si le regañó porque se fue por tres días y tardó siete en volver?

¡Mañana de Viernes Santo en la Macarena! Todo es posible. No me pregunten qué se le ha perdido por allí a un severo teólogo alemán y protestante, pero hoy, entre marchas, lágrimas y aplausos o tomando calentitos de la churrería La Esperanza en el bar del mercado, oiré resonar en calle Feria -¡grandeza de la Macarena!- estas palabras de Dietrich Bonhoeffer: "El cielo se abre sobre el hombre y el alegre mensaje de la salvación penetra como un grito de alegría del cielo en la Tierra". Esta mañana la vida no tiene nada de problemático, de atormentado, de oscuro, sino que es algo alegre, claro, transparente. Esta mañana suena desde San Juan de la Palma a la Resolana un grito de alegría del cielo en la tierra. Y este grito se llama Esperanza Macarena.

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