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La tribuna económica

Rogelio / Velasco

Groucho Marx y el G-20

LA crisis del petróleo de 1973 puso de manifiesto, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el carácter global de las crisis económicas. Se reunieron por primera vez, a instancias de EEUU, los cinco países más industrializados para ofrecer una respuesta coordinada. Se creó el G-5. Un año más tarde, Francia convocó al G-5 e invitó a Italia y Canadá para los mismos fines. Se creó el G-7. Ya en esta década, el grupo invitó a Rusia, no por sus méritos económicos, sino por las enormes reservas de petróleo que contiene y los 4.000 misiles nucleares estacionados en su suelo.

La crisis asiática de finales de los 90 puso también de manifiesto la necesidad de contar con los países en desarrollo más importantes para resolver las crisis globales. A los anteriores se unieron México, Indonesia, Argentina… Se creó el G-20. Paralelamente, el G-7 dio lugar al G-10, que incluye al Benelux, para afrontar problemas monetarios. El G-7 en realidad son 8; el G-20 lo componen 19 países y el G-10 son 11. ¿Se entiende algo? Complicado, ¿verdad?

España no pertenece a ninguno de estos clubes. Cuando se creó el G-7, era demasiado pobre para pertenecer a él; pero cuando se creó el G-20 era demasiado rica. Fue invitada a finales de los 90 a pertenecer a este club, pero lo rechazó. Hizo suya la frase de Groucho Marx de "nunca pertenecería a un club que me admitiera como socio".

Estos clubes otorgan, en mayor o menor medida, reputación, imagen internacional de pertenecer a un selecto grupo de países que tienen algo que decir y aportar al mundo. No pertenecer a ninguno de ellos resulta, en el caso de España, paradójico y refleja, como en ningún otro caso, el abismo que existe entre el peso económico y la imagen internacional. Hemos sido testigos del maravilloso cambio que España ha experimentado en los últimos 15 años. Por ser testigos, no lo valoramos. Pero la prensa y organismos internacionales más prestigiosos se han rendido ante el milagro económico (así lo llaman) que con nuestro esfuerzo hemos realizado. Financial Times, The Wall Street Journal, Frankfurter Allgemeine Zeitung, entre otros, dan fe de todo esto que escribimos.

Octava potencia económica, la banca privada más fuerte, el Banco de España como ejemplo, el cuarto inversor mundial. En fin, podríamos continuar la lista de variables que definen el alto perfil económico de nuestro país. Lo que está sucediendo estos días debe servir de guía para dar un golpe de timón a la política exterior. Los recursos del Ministerio de Exteriores son limitados. No sólo deben restablecerse relaciones normales con EEUU. También hay que ir menos a los países de las dos riberas del Mediterráneo y mucho más a China, la India, Brasil y a los países emergentes con los que tenemos fuertes relaciones económicas y con aquéllos que pertenecen a nuestro mismo club: el de los países desarrollados de Occidente.

La extraordinaria expansión y éxito de nuestras empresas en el mundo tiene que ir acompañada de una política exterior acorde. Y pertenecer al club más prestigioso da reputación y ayuda a la tarea de nuestras empresas. Sería lamentable no estar en Washington.

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