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HILLARY Clinton, a la que su rival demócrata y luego presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, rescató de su ambición fracasada para hacerla secretaria de Estado, ha recibido en Washington a Miguel Ángel Moratinos, nuestro ministro de Asuntos Exteriores, antes zarandeado y ahora recluido en el trabajo discreto gracias al protagonismo inacabable de algunos de sus colegas.

Ambos son los encargados de engrasar las relaciones hispano-norteamericanas en la que se quiere sea una nueva etapa, de más colaboración y cordialidad, tras los desencuentros de Bush y Zapatero a causa de la guerra de Iraq y sus secuelas. Han empezado por un asunto que quema al Gobierno estadounidense: Guantánamo. Todo el mundo ha aplaudido una de las primeras decisiones de Obama, la de cerrar ese islote jurídico y ético en el que se han destruido, mediante el secuestro y la tortura, hábitos y normas consustanciales con el espíritu de la gran nación americana.

La pregunta consiguiente es simple de enunciar y difícil de responder: ¿qué se hace con los más de doscientos prisioneros que quedan allí, sospechosos de terrorismo, sí, pero inocentes mientras no se demuestre lo contrario? El Gobierno USA, que decidió unilateralmente crear ese centro de detención en el marco de una política antiterrorista errónea, apela ahora a la solidaridad de los aliados para que se hagan cargo de parte de los prisioneros, que no pueden sin más ser devueltos a sus países de origen por temor, justificado, a sufrir represalias y persecuciones.

Moratinos ha dicho que sí a Clinton, que España acogerá a algunos de los secuestrados "siempre que las condiciones jurídicas sean aceptables". Esta postura parece más correcta que la que resultaría de aplicar el silogismo elemental del hombre de la calle: si EEUU ha creado el problema, que EEUU lo resuelva. Las cosas son más complejas. Si queremos una escena internacional con multilateralismo y una mejora de relaciones con la principal potencia del mundo, hemos de echarle una mano cuando lo necesite. Dos no se enfadan si uno no quiere, de acuerdo, pero tampoco dos pueden ser amigos de verdad si uno se escaquea por sistema de sus responsabilidades.

España las tiene -y mucho más que la mayoría de los países, por razones obvias- en la lucha internacional contra el terrorismo. Lo cual me lleva a otra cuestión: si la ONU ha decidido que en Afganistán se libra la batalla principal del mundo libre contra el terrorismo organizado, pronto Washington hará oficial la petición, ya avanzada, de que enviemos más tropas a Afganistán, y no pienso que tengamos muchas posibilidades de negarnos a hacerlo.

¿O es que acaso nos creíamos que Obama iba a repartir carantoñas y liberar a sus aliados de la carga que les corresponde?

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