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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Guerra

Alfonso Guerra ha hecho un alegato en defensa de la democracia lleno de patriotismo y sentido común

Hubo un tiempo, no tan lejano aunque pudiera parecerlo, en el que Sevilla era una potencia exportadora de talento político y de liderazgo al conjunto de España. De aquí salieron los dos dirigentes que protagonizaron uno de los principales logros de la Transición: la formación de una fuerza de izquierda moderada con vocación de gobierno, como las había en aquellos años del final de la Guerra Fría en el resto de Europa. Pero no sólo fueron Felipe González y Alfonso Guerra. También en el centro y en la derecha hubo figuras tan notables como Manuel Clavero o Soledad Becerril o, ya en etapas posteriores, Javier Arenas. Mención aparte merecería el ya fallecido Jaime García Añoveros, hoy injustamente olvidado. En todo ello tuvo mucho que ver la excelencia de una Facultad de Derecho, que estaba en la élite nacional y que se contaba entre las más prestigiosas de Europa.

Hoy las cosas han cambiado mucho y Sevilla y su Facultad de Derecho han dejado de producir liderazgos nacionales, aunque la mayor parte de los arriba mencionados siguen felizmente manteniendo una más o menos activa presencia pública. En los últimos meses ha ganado protagonismo Alfonso Guerra, quien, aunque no pasó por las aulas de Derecho de la antigua Fábrica de Tabacos, se inscribe con motivos más justificados en la generación de sevillanos que empujaron de forma decisiva para conseguir la democracia que hoy tenemos. Guerra, que tiene el récord histórico de permanencia en el Congreso de los Diputados, siempre en el primer escaño de Sevilla, ha iniciado una cruzada cívica en defensa de esa democracia que ve amenazada por el separatismo catalán, el auge de los populismos y el bajo nivel de la política española para hacer frente a estos fenómenos. Para ellos ha escrito un libro, La España en la que creo (La Esfera de los Libros), que es un ejercicio de militancia y de compromiso con los valores que consagra la Constitución de 1978 y con la unidad del país. El libro está lleno de patriotismo y de sentido común, las dos características que más se echan de menos en la actual política española. Guerra lo presentó el miércoles en un acto organizado en Cádiz por el grupo editor de este periódico y la Fundación Unicaja. Allí desplegó, desde una perspectiva sólidamente progresista, argumentos sobrados para encender todas las luces de alarma y no ahorró críticas a tirios y troyanos, especialmente a sus compañeros de partido, quienes, en su opinión, no están jugando en la España actual el papel que les corresponde. Guerra, genio y figura, es hoy una voz que clama en el desierto de la mediocridad en las que nos hemos metido. Su partido haría bien en escucharlo; los demás, también.

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