Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Gürtel angustia al PP

VEO en la televisión a Cospedal, con cara de no saber qué cara poner, ante la serpiente de la trama Gürtel, que se enrolló primero por las extremidades madrileñas del PP, después por su tronco financiero y ahora por la cabeza valenciana. La pobre secretaria general de los populares ve cómo la trama aparece ante su rostro, dispuesta a morderla y se le pone una sonrisa de pánico, unos ojos pasmados, una voz nerviosa. En la radio, suspira. En fin, aunque sólo fuese por ahorrarle a esta mujer semejantes números un día sí y otro también, Rajoy debería hacer algo. Pero Rajoy en este campo es hombre con sentimientos desiguales. No se apiada de Cospedal, pero sí se compadece de Camps y de Bárcenas.

Al presidente valenciano se le acusa de admitir regalos de prendas y complementos por un valor que podría llegar a los cinco millones de pesetas. Lo del tesorero del PP es más fuerte en términos contables, un millón de euros en sobornos, aunque su papel institucional sea menor. En todo caso, estamos ante dos pretorianos del actual presidente del Partido Popular que los defiende contra viento y marea, ya sea por su legendaria piel de rinoceronte, por lo mucho que les debe o por los enormes disgustos que pueden causarle si caen.

Aunque, en lo que se refiere a la opinión pública, aquí ya han caído varios estandartes. En primer lugar, el de la inmaculada honradez del PP: la cúpula dirigente empezó diciendo que aquí no había absolutamente nada, que todo era un complot del juez Garzón, en connivencia con el ministro de Justicia de entonces, Mariano Fernández Bermejo, con el que torpemente coincidió en una cacería. Ese desliz le costó el puesto al ministro y su hábil manejo evitó que perjudicara al PP en su intento de recuperar la Presidencia de Galicia. La misma estrategia funcionó en las elecciones europeas, en donde el excelente resultado de la Comunidad de Valencia llevó a ardorosos y cándidos dirigentes a proclamar la inocencia de Camps por la vía a de las urnas. Un camino ya inventado con éxito hace más de una década por Jesús Gil y Gil. Odioso precedente.

Pero no; no ha habido complot alguno. Al menos tres jueces del Supremo y de los tribunales superiores de justicia de Madrid y Valencia han visto serios indicios de delito en más de una docena de dirigentes populares, a alguno de los cuales le han puesto fianzas de un millón de euros. Aquí no hubo más complot que uno para delinquir de Correa, su socio El Bigotes, y una serie de amiguitos del alma incrustados en la estructura popular que le procuraron a los primeros buenos negocios, no se sabe bien a cambio de qué o por cuánto. El juez de Valencia cree que hay indicios razonables de cohecho en el comportamiento del presidente Camps. No se ha creído que los trajes los pagara él con dinero de la caja de la farmacia de su mujer. Yo tampoco.

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