DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

De Gwendolyne a Chanel

Somos el tiempo que nos queda da título a una antología poética de Caballero Bonald. Cabría -si fuera posible- convenir con el escritor nacido en Jerez que también somos el tiempo que ya vivimos. Estamos hechos de recuerdos. Permitan uno. 1970, hora de la siesta -obligatoria, durmieras o no-, yo tenía en ese verano eterno siete años, cuatro hermanos por delante, dos por detrás. La madre se venía a un cuarto de literas, más por gusto de disfrutar de varios de sus críos que por otro afán; el padre estaba en la ciudad trabajando. Tras negarme varias veces, accedía a cantar Gwendolyne, encogido de timidez en una de las camas. Me la sabía de pe a pa, como Un rayo de sol de Los Diablos: muchas no había disponibles. El mayor reto era subir el tono al llegar al "aún recuerdo aquel ayer, cuando estabas junto a mí...". Julio Iglesias había representado a España en Eurovisión con esa canción ese año; quedó cuarto. Algún productor adelantado en debió de pensar que un nombre céltico de mujer era una palanca para mimetizarnos entre los europeos democráticos. El mundo era de color; la tele, no. Calma y canícula, chicharras batiendo, ventanas cerradas. Y el niño cantor dando gusto a su mamá, medio sofocado, más por el riesgo de fraterna coña que por los muchos grados en la penumbra.

Eurovisión, con el tiempo, pasó a ser una especie en vías de extinción. Renegábamos de ese concurso una vez que nos habíamos hecho adolescentes y jovencitos. Desdeñábamos un festival cada vez más hortera y decadente, ya sin rastro de Gigliola Cinquetti que, dulce y hermosa, cantaba poco antes que no tenía edad para amar. Pero precisamente su carácter crecientemente kitsch lo ha llevado al éxito de público (de toda condición, incluidos intelectuales, éstos en la intimidad). La marea LGTBI con sus ostentosos intérpretes o las alianzas eslavas de votantes por móvil dieron palancas nuevas a un negocio insospechado. Que, nos guste más o menos, hace Europa; no tanto ni tan finamente como el Erasmus... aunque Turquía, Israel o Australia participen en este certamen de efímeros truños musicales. Se impone -no entre franceses o italianos- la lingua franca inglesa en los estrambóticos temazos y baladas y sus alucinógenas puestas en escena. Llevamos ya años constatando que Eurovisión es una exitosa apuesta audiovisual, mutante y reinventada. Océanos de tiempo después de aquel pequeño pleistoceno de literas y Gwendolyne, confiamos en que éste no sea el tiempo que nos queda... en música. Pero, por Dante: "Abandonad cualquier esperanza". O relajémonos y disfrutemos con sana ironía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios