Cuchillo sin filo

francisco Correal

Habaneras

NADIE ha salido a manifestarse para pedir su puesta en libertad. Debe ser la primera vez en la historia de la automoción en la que son los familiares de los disidentes cubanos fallecidos en un accidente de tráfico los que piden clemencia y un juicio justo para el joven que conducía el automóvil, mientras que buena parte de la opinión pública de los compatriotas de Ángel Carromero exigen el cumplimiento íntegro de la condena -¿cuál es su delito?- y ven como trato de favor el traslado desde las duras mazmorras cubanas a la prisión de Segovia, que les debe parecer un hotel de cinco estrellas.

Los familiares de Osvaldo Payá, uno de los cubanos fallecidos en el accidente, no sólo piden ecuanimidad y justicia para el político español, sino que tienen muy serias dudas de que la versión oficial del accidente ofrecida por las autoridades cubanas coincida con la realidad. Sería también un caso sin precedentes de miramientos de la dictadura castrista hacia sus opositores.

Son cosas que pasan en Cuba. Un país-oasis, una Noruega del Caribe que juega al rigodón diplomático para que Gobierno y guerrilla colombiana diriman sus diferencias y pongan fin a décadas de conflicto. Un país donde juega a la automoribundia, que diría Ramón Gómez de la Serna, un enfermo terminal reelegido como presidente de Venezuela. Si se recupera, Hugo Chávez debería jurar sobre la Biblia y sobre el Poema del Mío Cid. El hermetismo sobre su enésima intervención en La Habana recuerda el impagable titular de un periódico español el 20 de noviembre de 1975: Evoluciona desfavorablemente. Revoluciona, matizaría el bolivariano mandatario.

Son dos ejemplos del mandarinato intelectual que ejerce el régimen cubano sobre un gauchismo demodé. No importa que algunos de sus más brillantes escritores eligieran el exilio: Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reynaldo Arenas -al que interpretó Javier Bardem en su primera nominación para el Oscar-, López Martínez o Zoé Valdés. O que los que se quedaron lo hicieran con reservas: Lezama Lima, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Virgilio Piñera. Los cinco magníficos a los que quieren entrevistar los jóvenes protagonistas de la novela Las palabras perdidas, de Jesús Díaz -cubano finalista del Nadal en 1992-, convocados para atender a los jóvenes europeos de la Colonia Cinco de Mayo que como homenaje a Carlos Marx llegan a la isla para sembrar eucaliptos en las terrazas de Cayguanabo.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios