Estamos en ese periodo del año en que se ponen las bases, en el que se cimenta o sólo se mejora el grupo que ha de acometer el curso y tiempo también en el que errores y aciertos son claves para el devenir del ejercicio. Y ahí andan Sevilla y Betis, cada uno con el rol que le toca y que no se parecen en nada los que han de desempeñarse en ambas orillas del fútbol según Sevilla. Sobre todo porque las tesorerías se parecen como un huevo a una castaña.

El Sevilla, a la vez que hace caja suelta lastre. De otra forma no puede considerarse los carísimos fichajes en su día del colombiano Muriel y del holandés Promes. Obra de Óscar Arias el primero y de Joaquín Caparrós el segundo, sus traspasos llegan como agua de mayo a la caja, sobre todo por lo que deja de salir de ella, que vaya si salieron caros. Otra cosa muy distinta es desprenderse de Sarabia, quizá el futbolista más rentable por lo que costó, rindió y por su precio de salida.

En el Betis, el panorama es muy distinto, pues de hacer caja con algo será con futbolistas que conforman actualmente las cuadernas del vestuario. Hacer caja con pingües beneficios está reñido con lo de soltar lastre. Y aquí, la encrucijada que vive el Betis, que no es otra que debilitar para reforzar, lo que no garantiza que el nivel de la plantilla vaya a mejorar. Otra cosa sería si esas ofertas que parecen llegar por Lo Celso, Canales o Pau llegasen demandando a Boudebouz o Inui.

Son situaciones que tienen poco, o nada, en común. Si acaso, el único punto coincidente es que si uno tiene que hacer encaje de bolillos para fichar al Borja Iglesias de turno, al otro van a apretarle las clavijas a sabiendas de que la caja está repleta. Es lo que da de sí este tiempo de compraventas en el que procede errar lo menos posible en una parte y en no desmantelar lo que algunos optimistas siguen calificando de plantillón. Tiempo clave para cuando llegue la hora de la verdad.