Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Hatfields

LA América profunda, surgida de la fratricida Guerra de Secesión. Los Hatfield se largan del bando sudista viendo la causa perdida y los McCoy optan por seguir, románticos, hasta la derrota final. Cuando la Unión intenta poner orden en los antiguos territorios de la Confederación, las dos familias separadas por un río inician una escalada de odios trenzada con intereses económicos e influencias por el poder que llenará de sangre la frontera entre Kentucky y Virginia Occidental y, de paso, inundará la pantalla de estragos. Todo una oda a la patria del pollo frito.

Si tienen plataforma de pago busquen esta noche por el canal Fox Crime y se encontrarán con Little Italy medio siglo antes de Al Capone; Boardwalk Empire tierra adentro, entre madera, vacas, whisky rancio y tabaco de mascar. Bienvenidos a Hatfields & McCoys, la miniserie premiada en los últimos Emmy que retoza en el fango del western más crudo, entre las tramas de la mafia y la cara más dura (en todos los aspectos) de La casa de la pradera. Kevin Costner, Anse Hatfield, ha encontrado este refugio en la televisión, con empaque de largometraje inmenso en una cazurra epopeya donde nadie es bueno, más o menos como en la vida real; y la maldad está repartida generosamente en tamaño familiar. Tal vez es lo que tiene sacar la crónica de sucesos del siglo XIX directa del archivo: nos encontramos otra época, unos ideales descarnados y unas furiosas ganas de sobrevivir por encima de las costillas de los demás. El humo de Marlboro de Hatfields & McCoys fue la sanguinolenta antesala de un conflicto inacabable en el hígado geográfico de los Estados Unidos. Más que una ficción, lo de Coster, Bill Paxton (el patriarca McCoy) y Tom Berenger (el compadre de Hatfield) es un trozo de documental seriado. Lo produjo Canal de Historia con la intención de no dejar rendija a la tentación peliculera.

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