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Alejandro V. García

Herencia

PREGUNTO:¿Sería concebible que la víctima de un acuchillamiento tuviera que hacerse cargo de reparar los desperfectos que sufrió la hoja durante el ataque? ¿O que los herederos de la víctima cosida a balazos debieran satisfacer los pagos pendientes del revólver? Supongo que responderíamos que ambas hipótesis serían inaceptables, desproporcionadas e injustas. Sin embargo, hace unos días supimos que el autor del atropello mortal de un adolescente que transitaba en bicicleta reclamó a la familia el importe del arreglo de las abolladuras que el choque causó en la carrocería de su automóvil. El caso provocó un estupor general que creció varios enteros cuando el dueño del coche aceptó comparecer en los informativos de televisión para justificar sin ningún pudor su conducta. Vino a decir que el muchacho estaba muerto y que nada se podía hacer por reparar un organismo muerto, al contrario que él y su automóvil, que seguían vivos pero jodidos a costa del bollo y de la pintura saltada de la chapa. El asunto se saldó con la retirada de la denuncia y el conductor fue condenado a pagar los gastos judiciales del procedimiento.

Ahora hemos sabido que la hija de Encarnación Rubio, la mujer que fue atropellada y vuelta a atropellar por su marido, hasta matarla, en una calle de Cúllar Vega, en Granada, ha tenido que pagar el coche con el que asesinaron a su madre. El parricida murió en la cárcel hace un par de años y Sonia, la hija de Encarnación Rubio, con la fatalidad con que se combinan en las tragedias los irracionales mecanismos del destino, heredó, cuando ya parecía imposible que hubiera más legado que el odio, la privación y el daño, las deudas de su padre. Y entre las deudas figuraban los 11.000 euros que le quedaban por pagar de la máquina que usó el hombre para pasar por encima del cuerpo de Encarnación. Y los vendedores del automóvil reclamaron el pago investidos por la razón legal, que es una razón sin misericordia.

Sonia, que ha heredado el trabajo de barrendera de su madre, ha pagado los 11.000 euros bajo amenaza de embargo y aún no estaba todo liquidadò. También ingresó el pasado mes de mayo la indemnización de 12.000 euros que el juez estipuló para compensar al vecino que trató de salvar a Encarnación y que también fue embestido por el asesino.

Es un asunto raro. La misma ley que ha sido concebida para proteger a las víctimas tiene orificios por donde deja escapar los finos hilos del ultraje. ¡Y qué complejo es ese núcleo básico de la sociedad que denominamos, con una simplicidad aberrante, familia! ¡Qué perversiones puede causar la perennidad de los lazos sentimentales o de sangre!

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