La ciudad y los días

carlos / colón

Hermida 68

YA han dicho quienes lo trataron, trabajaron con él o le debieron el trabajo todo lo que sobre Jesús Hermida se pueda decir. Yo recurro a mi memoria en blanco y negro de la televisión a la que él llegó, la de Historias de la frivolidad, El Séneca, Los Chiripitifláuticos, Esta es su vida, La casa de los Martínez, Un millón para el mejor, Los vengadores, Misión imposible y los Beatles cantando All You Need is Love en la primera retransmisión global por satélite. Quienes no tengan esta memoria en blanco y negro tal vez no comprendan por qué la muerte de Hermida ha sido tan sentida. Es que forma parte de lo más importante de nuestras vidas, la que tiene que ver con la cotidianidad, eso que Unamuno llamaba intrahisoria, cuando las chicas tenían cara de muñeca de Barquitos Loly, las salitas de estar olían a aparato de televisión recién comprado y el paraíso tenía los 70 metros cuadrados del piso de protección oficial a estrenar.

Hermida fue el más perfecto periodista showman de cuantos cultivaron esa variante, tan americana, en la España levemente aperturista del desarrollismo, el 600, los tecnócratas y la Ley de Prensa de Fraga de 1966. Ya estaban Tico Medina y Yale o Alfredo Amestoy, pero ninguno creó y pulió un personaje tan perfecto, tan definido para gozo de sus muchos imitadores, tan creíble y tan bien enmarcado en Nueva York como Jesús Hermida. Se incorporó a TVE en 1967 y obtuvo la corresponsalía en Nueva York que lo haría famoso el año triunfal del La, la, la. Mandaba en el ramo de la información y el turismo Manuel Fraga, era Director General de Radiodifusión y Televisión Jesús Aparicio-Bernal y dirigía TVE José de las Casas.

Estaba donde todos queríamos estar: en América, en Nueva York. Cuando llegó allí en 1968 hacía cinco años del asesinato de Kennedy. Ese mismo año se produjeron los de Bob Kennedy y Luther King, Vietnam daba su giro más dramático y Nixon era elegido presidente. La estrella americana se apagaba pero es sabido que seguimos viendo la luz de las estrellas muertas. El año en el que Hermida llegó a Nueva York Stanley Kubrick nos llevó más allá de los límites del infinito y al siguiente el propio Hermida nos contaba la llegada del hombre a la Luna. Fue un gran periodista que logró ser algo más importante: parte del paisaje de los años 60, 70 y 80 para millones de españoles que lo han despedido como un trozo de sus propias vidas.

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