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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Un Hermitage en Sevilla

¿No sería mejor centrarnos en la tantas veces aplazada ampliación del Museo de Bellas Artes?

Fui al Museo del Hermitage durante mi viaje de novios. Aunque hacía ya una década que el comunismo había caído, San Petersburgo seguía impregnado por su miseria: pobreza y desabastecimiento por todas partes, el público en chándal en el Teatro Mariinski, las prostitutas de lujo en el bar del Sheraton, los marineros de la flota del Báltico desmoralizados y alcoholizados... Al inicio de la visita aproveché que había un cajero automático para sacar rublos y, en apenas unos segundos, me vi rodeado de niños que miraban con indisimulada curiosidad la operación. En ese momento me convertí en una performance. Los párvulos se daban codazos y se reían ante la magia del capitalismo bancario.

Como todos los grandes museos, el Hermitage abruma y agota, pero tiene el especial atractivo de estar ubicado en el Palacio de Invierno, el lugar donde se desarrolló un asalto anecdótico que, sin embargo, simbolizó el golpe de Estado -denominado Revolución de Octubre- que acabó con la incipiente democracia rusa. Andar por sus salas es una mezcla de realidad y sueño, como bien captó Aleksandr Sokúrov en su película El arca rusa. El Hermitage es mucho más que una mera colección de cuadros y, al igual que no se entiende El Prado sin su paseo homónimo y el edificio de Villanueva, no lo podemos concebir sin su arquitectura barroca o sin sus vistas sobre el río Nevá. Continente y contenido, en este caso, son inseparables.

Como le habrán leído a Manolo Ruesga, Sevilla es una de las ciudades que aspira a acoger una de las franquicias que el museo ruso está abriendo por el mundo. Somos segundo plato, porque Barcelona ya ha rechazado la oferta, y competimos con otras ciudades como Madrid, Valencia y Málaga. Pero no hay duda de que el proyecto es interesante y debe ser tomado muy en cuenta. Sin embargo, no hay que precipitarse y pensar en algunas cuestiones: ¿qué piezas se van a exponer y qué aportará a la oferta cultural de una ciudad como la nuestra? ¿Qué edificio va acoger el proyecto y qué impacto tendrá en la movilidad y la estética de la ciudad? Y, sobre todo, ¿no sería mejor centrarnos en la tantas veces aplazada ampliación del Bellas Artes y en el replanteamiento del laguideciente CAAC? Las inversiones y el atractivo turístico que supondrían la apertura de un Hermitage en Sevilla son muy tentadoras, no hay quien lo niegue, pero ahora se trata de pensar a largo plazo. Esto de los museos es como las estrellas Michelin, no se valora tanto el tener muchos platos exóticos, como el ser leal a una tradición culinaria y, al mismo tiempo, hacerla avanzar. El gran y aún desconocido tesoro artístico que guarda la ciudad, desde el Bellas Artes y la Catedral hasta la más pequeña iglesia mudéjar, debería ser la principal apuesta museística de la ciudad. Y si, además, nos ponen los rusos un Hermitage, pues miel sobre hojuelas.

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