Alto y claro

Carlos Mármol

Héroes del Sahel

ROQUE y Albert ya están en casa. Después de nueve meses en manos de una franquicia de Al Qaeda -en el negocio de matar, secuestrar y extorsionar también existen las subcontratas y lo que en las escuelas de negocios llaman outsourcing-, los dos cooperantes retenidos en el desierto intentan volver a la normalidad. Olvidar. No lo tienen fácil. Su regreso, que ha exigido entregar dinero a terroristas y liberar al jefe de la banda que los secuestró, tiene adherido un nítido sabor amargo. Hay quien sostiene que no se debe ceder a estos chantajes. Cierto. Pero cuando los hechos ocurren en países -por llamarlos desde la óptica europea- como Mauritania o Malí los principios se desdibujan. Se escapan como la arena del desierto entre las manos. ¿No ceder? ¿Implica eso que había que haberlos dejado morir a manos de sus verdugos? ¿Acaso teníamos que haber emulado a Francia, que intentó un rescate y provocó la muerte de su último rehén? Cuando este tipo de aventuras salen bien los políticos acostumbran a presumir e ir al aeropuerto. Cuando salen mal quien pierde es el secuestrado. No se puede jugar a ser un héroe con las vidas ajenas. No está bien.

Por supuesto hubiera sido mejor no pagar ni haber soltado al jefe de la célula. ¿Quién lo duda? Pagar inevitablemente supone alimentar una siniestra industria. Pero las circunstancias no dejaban otra opción si se quería devolver a sus familias a estos dos ciudadanos. Su único pecado ha sido creer que la solidaridad los mantendría seguros. Es evidente que esto no sucede ya hace mucho tiempo en ninguna parte del mundo. Muchos de los que defienden otra solución deberían conocer de primera mano cómo se vive en estos territorios para saber que -incluso pagando- demasiado bien ha salido la cosa. En el desierto la vida es despiadada: la existencia es una mera circunstancia susceptible de cambiar en un segundo, la ayuda de los semejantes se paga a veces a precio de oro y el sentido de la humanidad es un asunto relativo. Quizás por eso en estos lugares vive también gente admirable que se mantiene íntegra en un entorno terrible, donde hay esclavitud consentida, se comercia con casi todo y la crueldad alcanza cotas infinitas. Gente ejemplar que no ha sucumbido ante la desgracia. Sin dudas morales. A la que se puede confiar la vida y estar seguro de que no te fallarán. Ellos son los verdaderos héroes del Sahel.

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