QUIERO suponer que cuando lanzó su peculiar causa general contra los crímenes del franquismo, Baltasar Garzón sabía del escasísimo recorrido jurídico que iba a tener el empeño. Esta semana el propio magistrado ha puesto fin a su cruzada antes de someterse a la humillación de ser declarado incompetente por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Garzón daba marcha atrás sólo unos días antes de que se cumplieran 33 años de la muerte del dictador. Quizás usted ni se haya dado cuenta. A estas alturas, existe en demasiadas instancias el convencimiento de que España tiene aún la asignatura pendiente de ajustar cuentas con su pasado más reciente. El Gobierno participa de esta teoría y la impulsa en sus leyes. No seré yo quien niegue toda la validez a ese principio. La Transición fue un esfuerzo colectivo de olvido y perdón que sirvió para que dentro de unos días podamos celebrar tres décadas de constitucionalismo democrático. Lo nunca visto por estas tierras. Pero al precio de encerrar muchas injusticias en el cajón de la memoria.

Hoy, cuando los protagonistas de la tragedia están muertos y enterrados y una parte más que significativa de la población española sólo conoce al dictador por la serie Cuéntame, parece oportuno poner las cosas en su sitio. Y su sitio pasa por reconocer el dolor y los derechos de los familiares de las víctimas de la represión. También por dar digna sepultura a los que han permanecido décadas mal enterrados en cunetas y tapias de cementerio. Meter a la política y a la judicatura en una absurda pugna por reabrir heridas sólo puede traer malas consecuencias. Queda mucho por saber y mucho por aclarar de aquellos años oprobiosos. Para ello disponemos de una ciencia implacable cuando está bien aplicada y que rinde grandes servicios a los pueblos: la Historia. El conocimiento del pasado es un instrumento de futuro. España ha adquirido ya el suficiente poso democrático como para enfrentarse a su historia más reciente sin anteojeras y con afán de conocimiento. Hasta ahora se han dado muchos pasos en ese sentido, pero falta un camino largo y apasionante por recorrer .

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