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De todo un poco

enrique / garcía-máiquez

'Homeschooling', a la fuerza

LA noticia de que la Junta se plantea exigir más requisitos todavía a los profesores para verificar un suspenso ha provocado una considerable alarma social, lo que en estos días tan entretenidos de abdicación, PSOE, Podemos, Susana, Nadal y Brasil tiene su mérito. La opinión pública piensa que el suspenso es sólo una herramienta más para una educación de calidad. No el enemigo a batir, que es, en verdad, la ignorancia. Pero vivimos, y en esto la Junta no hace más que juntarse a la corriente, en el engaño de medir el éxito de la educación a razón de títulos expedidos. El ansia compulsiva de titulaciones compulsadas es mutua: de los poderes públicos, sí, y también (reconozcámoslo) de los particulares. El aprendizaje y el esfuerzo pasan a un segundo plano, siendo optimistas.

Luego uno se encuentra con los universitarios que hay sueltos por ahí; y añora a aquellos señores y señoras menos titulados de antes, pero con otro poso más sabio. Podemos protestar contra esta medida concreta u otras, pero será un brindis al sol si no cambiamos de actitud. Publican fotos robadas de los políticos o los poderosos y están levantando pesas, dándole al jogging, tomando el sol o marcándose un selfie. Nunca los pillan con un libro en las manos, qué va, eso jamás.

Si no estamos ya, volvemos a un ejercicio de la enseñanza o socrático o monacal (según le vaya a uno más la Grecia clásica o la Edad Media). O sea, grupos pequeños, privados, casi estancos, donde a medias enseñando, a medias mediante la amistad, se transmita el amor por la sabiduría, el interés profundo por el pensamiento y el aprecio por el esfuerzo y la virtud.

Bastantes profesores lo intentan, por supuesto, pero acaban más o menos empapelados por la epidemia de titulitis. Quedan esas otras reservas que digo, las íntimas, y, entre ellas, sobre todo, la familia. Es allí donde quizá se podrá transmitir un respeto sacro al saber. Es curioso que un sistema que se cierra a cal y canto a admitir el homeschooling o la escolarización en casa, en la práctica sea el que aboque, por puro arrinconamiento y agachonamiento general, a que el hogar sea el último reducto de la educación.

Lo cual resulta tremendamente insolidario. Las familias con menos recursos -con menos recursos intelectuales, se entiende- aún tendrán más difícil dar a sus hijos unas nociones fundamentales de lo que es, aunque no lo parezca, imprescindible.

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