FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

'Horatoria'

Los últimos discursos de Sánchez se pueden criticar, pero todavía es mejor entenderlos a fondo

Me confieso hipnotizado por la oratoria actual del presidente Sánchez. Muchos apagan la televisión en cuanto surge de nuevo; yo no, aunque la mía sea una atención morbosa. En principio, estoy con Esquilo, que ya en Las suplicantes advirtió: "Ni charlas ni ampulosas disertaciones. ¡Nada hay más aborrecible!".

Aborrecible, sí, sin duda; pero, sin embargo, intrigante. ¿O acaso no se pregunta usted cómo son posibles estos discursos? ¡Que el presidente de una nación inmersa en una terrible crisis sanitaria nos hable tanto del queroseno que no quemamos, uf, y de lo mucho que entramos, ay, en internet!

Hay una respuesta fácil. Desbordado por la crisis y su (ir)responsabilidad, habla y habla para ir colándonos, entre medias de sus llamadas a la unidad, sus peticiones de que no le critiquemos, que ahora no toca. Como es complicado que cuele y tiene que compaginarlo con las noticias de que lo peor está por venir, lo camufla entre toneladas de adulación azucarada. Nos dice y nos vuelve a decir un día y otro lo orgulloso que está de nosotros por lo bien que nos confinamos.

La respuesta más honda es caer en que el terreno se ha hundido bajo sus pies. Explica magistralmente Manuel Arias Maldonado en Nostalgia del soberano (Catarata, 2020) que la izquierda vende, sobre todo, futuro, que, como afirma Sánchez Ferlosio, es ahora "el opio del pueblo". El coronavirus nos aboca a una situación actual dramática y con una gestión pasada muy cuestionable. De todo eso sería capaz de zafarse el autor de Manual de resistencia, es verdad; pero, además, cuando salgamos de ésta, saldremos más pobres, más desconfiados y más realistas, sin fondos para promesas demagógicas, ni paciencia para retóricas huecas. Confinados, por tanto, en el presente, que es donde menos le gusta estar a un progresista integral como Sánchez.

En resumen, el presidente se ha quedado (es el signo de la hora) sin un futuro utópico que vendernos. En unos discursos sobrios y graves se notaría más. Es la razón de ese empeño suyo de salir a hablarnos a todas horas durante muchísimo tiempo a contarnos, entre adulación y excusas, que viajamos mucho menos en tren; que el queroseno y la banda ancha, tal; y que no le critiquemos por el WhatsApp. Le ocurre lo que describe Arias Maldonado: "La ausencia de futuro produce -entre quienes se sienten atrapados en el presente- el nerviosismo característico de las situaciones sin salida".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios