SEGURO que el éxito no le acompañará, pero bien está lo que José María del Nido propone para el bien de la Liga española. Está bien eso de tratar de impedir que Barça y Realísimo se lleven el trozo de tarta que ahora se llevan, pues no cabe la menor duda de que esto nos lleva a una Liga similar a la escocesa. En la norteña región británica, todo el tabaco se lo fuman Rangers y Celtic, el resto son meros comparsas y aquí llevamos camino de ser lo mismo si es que no lo somos ya. Por todo eso resulta encomiable que Del Nido quiera ponerse en cabeza de la manifestación en demanda de un reparto más equitativo de la tarta televisiva.

Ha dicho el racial abogado que si el trato televisivo sigue siendo tan desigual, que Madrid y Barça hagan una Liga en la que se enfrenten diecinueve veces. La idea tiene gracia, pero no cabe la menor duda de que suena a boutade. A partir de ahí, de una boutade de semejante calado, no cabe la menor duda de que hay que reconducir las cosas para que la Liga española vuelva a ser la de las Estrellas y no lo que ahora. La bicefalia actual no es de ahora, cierto, pero jamás fueron tan abismales las posibilidades de los dos colosos en relación con el resto, con todo el resto. Veintiocho puntos del campeón al tercero y treinta y seis al cuarto son un atentado a la competitividad.

De siempre, salvo irrupción de algún tapado como Atlético, Valencia o Dépor, el título fue a Canaletas o a Cibeles, pero jamás fue tanta la diferencia de puntos con la clase media de nuestro fútbol. Y esto se debe a que los dineros televisivos se reparten de tal manera que los ricos son más ricos y los pobres se quedan con cara de tontos. Alguien dirá que la Liga española brilla en el mundo por lo que representan los dos colosos y tiene razón, pero no es la Liga la que brilla sino esos dos que arramplan con lo que ellos generan, que es considerable, mucho más de lo que se genera por el simple concepto liguero, por ese todos contra todos sin el que la Liga sería inviable.