Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Huir de la realidad

Sevilla está apagada y no se va a poner en marcha con polémicas pueriles sobre una imposible Feria en septiembre

Sevilla está apagada, sin actividad, con las constantes vitales bajo mínimos. Y triste, una profunda tristeza impregna la ciudad. Puede percibirse en sus calles vacías por las que apenas se cruzan transeúntes apresurados y cabizbajos, que en un acto reflejo se apartan para que el cruce con el otro sea lo más lejano posible, o en las colas de espera de los supermercados con una fila de personas atrincheradas tras sus mascarillas y con la mirada sumergida en la pantalla de sus móviles. No es para menos. El reguero de pérdidas de vidas humanas y de contagios no para y verle el final a todo esto es hacer un ejercicio de voluntad. Esta peste con tintes medievales ha puesto a Sevilla, como a toda España y casi todo el mundo, en una situación que va a requerir mucha energía cuando el confinamiento llegue a su final y empecemos, poco a poco, a recuperar cierta normalidad social. La normalidad total es algo que todavía no se ve en el horizonte. Ayer pudieron leer en este periódico un informe de la Universidad de Harvard, que no es cualquier universidad, que fijaba para 2022 el final del distanciamiento social y Bill Gates en un reciente artículo hablaba de 18 meses como el plazo más optimista para hubiera una vacuna efectiva contra el virus. Es decir, que estamos metidos en una tormenta cuyas consecuencias se van a sentir durante un periodo largo.

En medio de este panorama, que las energías municipales se estén gastando en una polémica pueril sobre la posibilidad de hacer en septiembre un remedo de la Feria de Abril es una frivolidad que no deberíamos permitirnos y que nos mete de cabeza en los peores vicios de una Sevilla a la que le gusta huir de la realidad y mirarse el ombligo, como si el mundo terminase poco más allá del Aeropuerto. Dedicarse ahora a especular con una posible celebración masiva a la vuelta de verano es apartarse de lo importante, un lujo que en estos momentos ni el alcalde, Juan Espadas, ni el gobierno municipal pueden permitirse.

Ahora todos los esfuerzos deben centrarse en explorar los caminos para que la ciudad que está apagada vuelva a ponerse en marcha. Y para eso no le va a quedar más remedio que reinventarse en muchas cosas porque las recetas que hasta ahora funcionaban han quedado obsoletas. Sevilla se ha pegado un batacazo importante y volver a andar le va a costar trabajo. Más vale que todas las energías se vayan canalizando por ahí y que nos peguemos un baño de realidad para que cada uno, desde lo público y desde lo privado, aporte el talento y las soluciones que pueda. Las ensoñaciones festivas, mejor para otro momento.

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