La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Con meritoria ingenuidad, los medios de comunicación destacaban ayer que la futura presidenta de México, doña Claudia Sheinbaum, es científica y licenciada en física. Esto es, destacaban su cualidad investigadora, de persona que se debe a la Razón, trasplantando dicha virtud al ámbito de la política. Este equívoco, sin embargo, carece de fundamento. La historia del mundo contemporáneo desautoriza radicalmente tal prejuicio. Y en Europa, por motivos de crucial relevancia. Los crímenes más numerosos que ha conocido el mundo se cometieron en nombre del socialismo científico de Marx y Engels. Y en cuanto a la política de exterminio racial que aplicó el nacional-socialismo alemán, no estará de más recordar que la distinción entre razas y pueblos era ya un asunto científico de importancia en Buffon, en Montesquieu, en Kant (o sea, en la base misma de la Ilustración), y que la frenología de Gall o la criminología de Lombroso no harían sino abundar, científicamente, en este tipo de prejuicios.
El discurso nacionalista de carácter racial que atraviesa el XIX es un discurso que se asienta en “evidencias” biológicas, antropológicas, históricas, etc. –esto es, en toda clase de disciplinas académicas, de menor o mayor solvencia y novedad–, cuya expresión más conocida acaso sea el darwinismo social postulado por el sobrino de Charles Darwin. En cuanto al carácter científico del marxismo, tampoco desvelamos nada si recordamos que su ambición “materialista”, frente al idealismo de Hegel, es parte no menor de su éxito. Sin olvidar, lógicamente, la inmensa destrucción, de base experimental y tecnológica, que tuvo su primera hora de esplendor en la Gran Guerra (“...un automóvil que parece correr sobre metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”, había anticipado Marinetti, adalid del fascio, en febrero de 1909), pero cuya cima, hasta el momento, son los hongos gemelos de Hiroshima y Nagasaki.
Todo aquel “cientifismo” erosivo y pernicioso, desarrollado en el XIX y el XX en las facultades europeas, es el que todavía hoy alimenta, tanto a los viejos utopistas de la dictadura del proletariado, como a los partidos xenófobos que concurrirán este domingo a las elecciones. En España, no solo existen aún tales formaciones, sino que, en su mayoría, gozan de una insólita buena salud. Recordemos que un racista declarado como don Joaquín Torra ha sido, hasta hace no mucho, presidente de la Generalitat de Cataluña. Y que es un abanderado de tales ideas quien dicta la política española desde su exilio francés.
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