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Ideas en tiempos de penuria

Se debe reaccionar apostando con nuevas ideas para no aceptar que un destino adverso sea un obstáculo insuperable

Era previsible que el mundo de la cultura, en lo que atañe a sus manifestaciones públicas, iba a ser el más olvidado en las actuales circunstancias. Pero, aunque existan otras prioridades, debería procurarse que una adecuada vida cultural iluminara y gratificara a los andaluces necesitados, aún más en estos momentos, de ese tipo de medicamentos profanos. No es fácil encontrar modos, medios y formas para desempeñar esa tarea. Pero para eso se aceptan responsabilidades políticas en el terreno cultural: para ser capaces de tener ideas y propuestas, incluso con poco o sin presupuesto económico. Se asumen esas responsabilidades también para ser capaces de movilizar a los propios gestores, para que se crezcan en la adversidad. Y si no se tienen ideas, ni gestores disponibles, podría ser la ocasión para darle voz a la gente de cultura que aguarda en la calle. Sería la gran oportunidad para acudir a la sociedad civil, a las fundaciones privadas, editores, libreros, teatros, salas privadas, y tantas otras instituciones, para contrarrestar así sus aislamientos, convocarlas, preguntarles e ilusionarlas. Todo menos permanecer en la desidia fatalista reinante. Por descontado, que son causas exteriores las que han provocado esta situación dramática, pero por ello mismo, se debe reaccionar apostando con nuevas ideas, para no aceptar que un destino adverso se convierta en obstáculo insuperable. Hay respuestas posibles: basta leer la prensa europea para comprobar que, a pesar de las dificultades, las manifestaciones culturales han logrado sus huecos en numerosas ciudades, incluso con su público habitual confinado. Pero conseguir eso, obliga a pensar, dialogar, abrir los despachos. Facilitar encuentros y estímulos a los que tienen ideas, ganas y están disponibles para hacer cosas. Los políticos andaluces del mundo de la cultura, de uno y otro sesgo, llevan demasiado tiempo secuestrados en sus despachos, quizás porque la mayor parte de los andaluces, hasta ahora, han decantado sus esfuerzos y gustos por los tradicionales festejos profanos y religiosos. Todo estaba ya previsto. Y, como consecuencia, el resto de la vida cultural, literaria y artística de estas tierras se ha replegado, asumiendo un papel menor, testimonial y subsidiario. Pero la tendencia festiva y pública anterior es evidente que se está alterando en algunos aspectos. Y mientras tanto, mirar y recordar con nostalgia un pasado luminoso puede que no sea suficiente alimento. Habría, pues, que abrir los despachos, airearlos, acoger ideas -si no se tienen- y experimentarlas.

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