Iglesia y santidad

Nunca viene mal pararse a pensar y reflexionar sobre la obra de estos dos santos que la Iglesia nos regala

De cuando en cuando, la Iglesia alza su voz desde arriba para interpelarnos sobre la causa verdadera de nuestra existencia, sobre nuestra posición en el mundo actual, sobre el debate inacabable entre la libertad individual y la justicia social. El domingo mismo lo hizo, esta vez por medio de la canonización de siete personas (una de ellas española) que dedicaron su vida a los demás, cumpliendo fielmente (ellos sí) el mensaje de Jesús del evangelio de ese mismo día, que tantos oímos pero tan pocos escuchan.

Dos de ellos son Giovanni Battista Montini, el papa Pablo VI, y monseñor Romero, obispo de El Salvador asesinado en plena guerra de su país mientras oficiaba la misa. Dos personas relevantes, influyentes, complejos, que pese a su innegable entrega y vocación de servicio fueron tremendamente criticados en su momento, protagonistas de una época mucho más convulsa que la actual, en un mundo violento presidido por el ambiente desconfiado y temeroso de la Guerra Fría.

Cuentan que cuando murió Juan XXIII en los sectores más conservadores la opción liberal de Pablo VI se veía con terror como ineludible, dada su importante trayectoria como secretario de Estado de Pío XII y cardenal de Milán, y que hasta el mismo Franco fue claro en su consejo a los cardenales españoles antes partir para el cónclave: "Eminencias, cualquiera menos Montini…", y a los pocos días estaba Pablo VI saludando a la multitud desde el balcón de la Plaza de San Pedro. Mucho se le ha criticado su carácter dubitativo (el papa Hamlet) y los problemas económicos de su pontificado, pero con el paso del tiempo pesa más su firme decisión de sacar adelante las reformas del Concilio y la apertura de la Iglesia al mundo, "un profeta de la Iglesia extrovertida", como decía el Papa en su homilía.

Con la canonización de monseñor Romero, representante de esa polémica corriente centroamericana que volcó sus postulados en el mensaje evangélico más radical de la opción de Jesús por los pobres, el papa Francisco vuelve a poner en el centro del debate, valiente, la pobreza y la justicia social como auténtico eje de su pontificado. En estos tiempos, donde nuestra Izquierda reniega de lo religioso mientras la Derecha no deja de abrazar la ley del mercado, nunca viene mal pararse a pensar y reflexionar sobre la obra de estos dos nuevos santos que la Iglesia, otra vez en su sitio, nos regala.

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