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En el año 2008 el programa de humor de Buenafuente en La Sexta montó una gamberrada: presentar una parodia al concurso de TVE para seleccionar candidato a Eurovisión. Y su cómico disfrazado de cantante ganó la votación popular. Chikilicuatre incluso sacó 55 votos en el festival. Los impostores muchas veces tienen éxito. Es lo que le pasó en 2016 a esa caricatura de candidato republicano que era Trump, que además venció a Hillary gracias al arcaico sistema americano de elección indirecta. Y así hemos estado cuatro años, con un mandatario de la primera potencia del mundo que despreciaba las normas, las reglas y las leyes.

Derrotado y acantonado en la Casa Blanca, ahora Trump moviliza abogados para retorcer el resultado. Y sus seguidores reclaman al frente de la brigada jurídica alguien como James Baker. En el 2000, el antiguo secretario de Estado de Bush padre consiguió que el hijo fuese presidente con los votos de Florida, validando 500 papeletas dudosas. Como jefe de la diplomacia americana, Baker protagonizó la distensión en Europa junto al soviético Shevarsnadze, con quien pactó reducciones de armas nucleares y químicas. Era tal su prestigio que cuando en el 92 Bush padre vio peligrar su reelección por la crisis económica, lo propuso para ser ministro de Economía. A lo que Clinton respondió que si Baker era tan bueno y valía para todo, por qué no se presentaba él mismo a la presidencia. Entonces, por cierto, Bush perdió y aceptó elegantemente su derrota.

Como está todo inventado, en España ya hemos tenido intentos de no reconocer resultados. El más sonado fue protagonizado por Arenas y Gallardón en las elecciones del 93. El más largo, el que sostuvieron Acebes y Zaplana durante cuatro años al considerar ilegítima la votación de 2004 tras los atentados del 11-M. Y también tenemos un remedo de James Baker, que vale para todo en el gobierno. Se llama Iván Redondo y fue gurú mediático de los populares Albiol en Badalona y Monago en Extremadura. Ahora juega el partido con la camiseta socialista, en la que cada vez luce más galones.

El último encargo en el que ha involucrado el presidente Sánchez a su hombre de confianza es el control de la información. Una confusa orden ministerial, aparecida en el BOE esta semana, ha creado un organismo para luchar contra la desinformación. Se supone que es una medida bien intencionada, pero nada es inocente. Hay que defenderse de los ciberataques, pero los verbos que se utilizan son detectar, identificar, evaluar y eliminar informaciones falsas, sin que medie una ley y un control parlamentario. A los iniciales asuntos de márquetin y comunicación, Redondo ha ido sumando tareas de calado, como coordinación política o asesoramiento económico. Ahora se le añade un nuevo desempeño en la seguridad nacional. Y van…

Si Sánchez cree que Redondo vale para tanto, quizá debería presentarlo a la presidencia directamente.

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