LA delegada de Cultura y portavoz municipal, Maribel Montaño, con la excusa de que "el Casino de la Exposición no tiene la vida que debería tener", ha proyectado en el edificio del 29 una muestra de cadáveres procedentes de China y cuyos órganos internos quedan a la vista después de haber sido sometidos a un proceso denominado plastinación. Como viene informando nuestro periódico, los promotores de la exposición advierten que no pueden garantizar que los cadáveres y restos humanos que se verán en Sevilla no son de personas ejecutadas mientras estaban encarceladas en China. Independientemente de esta circunstancia, nos parece un atentado contra la dignidad inherente a todo ser humano que con el pretexto de enseñar anatomía se exhiban públicamente cuerpos momificados de personas para hacer un morboso negocio que ha permitido a los propietarios de los derechos de esta repugnante exhibición recaudar ya 19 millones de euros gracias a ciudades como Sevilla. El argumento de que también se ha visto en Madrid nos parece injustificable, pues denota un mimetismo irresponsable en una ciudad que se precia de tener su propia identidad. Esta muestra está muy lejos del espíritu altruista de personas que, como el hispanista Gerald Brenan, donaron en vida sus cuerpos a las facultades de Medina para que los futuros médicos pudieran hacer prácticas con ellos a fin de curar a los pacientes que se pusieran en sus manos a lo largo de su devenir profesional. Al contrario, utilizar en un país como el nuestro, donde está abolida la pena de muerte , cuerpos de ejecutados para convertirlos en carne de barraca de feria repugna a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Lo más penoso aún es ver cómo el Ayuntamiento de una ciudad como la nuestra, donde históricamente ha existido un reverencial respeto a los difuntos, se presta a dar cobijo a un macabro espectáculo como éste, que atenta contra los derechos que asisten a los seres humanos incluso más allá de la vida. Ahora que se debate el derecho a una muerte digna, ¿es digno acaso convertir en un espectáculo de pago a los muertos? ¿Admitiríamos la práctica de la plastinación entre nosotros y la exhibición pública de cadáveres rellenos de silicona? Apelamos a la sensibilidad del alcalde para evitar que la ciudad aparezca ligada a esta macabra muestra y para que imponga un código de conducta que impida usar espacios municipales para espectáculos al margen de la más mínima ética.

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