Hay entregas de Redes que valen un potosí. La última fue una de ellas. Abordaba el tema troncal de la infelicidad a la que nos aboca ser libres y conscientes de todos nuestros actos. Y se articuló, como es costumbre, con tres citas, por sí solas, tan motivadoras. "He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz". Jorge Luis Borges. "El hombre está condenado a ser libre", Jean Paul Sartre. "Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos", Virgilio.

Punset y Pierre Magistretti charlaron en Lausanne sobre los pilares de nuestra singularidad y sobre el precio que debemos pagar por ella. Estamos programados para ser únicos. De lo contrario seríamos robots. Si solo estuviésemos marcados por lo que aprendemos, la vida sería muy determinista. Es cierto que hay una relación directa entre la experiencia y la huella. Y por tanto entre la memoria y el aprendizaje. Pero todo eso es en el nivel consciente, ese que va medio segundo por detrás del inconsciente.

Sobre herencia y ambiente. Sobre genoma y experiencia. Sobre los mecanismos de plasticidad que permiten que la experiencia cree un cerebro único reflexionaron Punset y Magistretti. Dejando claro que somos el resultado de dicha plasticidad. Y aludieron a la libertad creativa y al arte. "Si solamente pudiésemos reproducir lo que hemos experimentado no existirían los artistas. Hay espacio para crear algo nuevo a partir de lo que tenemos en el cerebro". Y siguieron charlando. Y una vez introducidos en su jerga, una vez navegamos a velocidad de crucero y nos olvidamos de todos lo demás, la media hora supo a muy poco. Dicho lo cual cabría preguntarse por qué el séptimo día desaparecen estas entregas de la sección de TVE a la carta.

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