No es infrecuente que nuestros lectores se enzarcen entre ellos al pie de los artículos o informaciones de la edición digital. La crónica de Juan Parejo sobre la bulla que montó una influencer en la tienda de una marca de ropa interior y de baño de la que es "embajadora" motivó un comentario crítico hacia este fenómeno al que una lectora respondió así: "Hola, soy una de las chicas que ayer estuvo haciendo cola desde las 8 de la mañana hasta las 5:30 de la tarde. Y lo que deberías de entender de qué ya no estamos en épocas franquistas ni en la que la juventud tienen que tener toda el mismo gusto y las mismas costumbres. Tú no deberías de criticar algo cuando ni sabes lo que esa persona ha echo ni porque es una influencia para nosotros pero mira te lo voy a explicar. Esa "persona" te hace mirar la vida de otra manera y quizás tú no lo entiendas porque por lo que se ve en tu comentario a parte de ser cerradito de mente tienes pinta de ser mayor!! Y te digo más nos ha enseñado a respetar, a estar orgullosos de quién somos, a amar libremente y ha defendido a la mujer como poc@s lo hacen. Y eso es lo que necesita este país!! Que respeten más e igualen más y que se dejen de hundir el país que es lo que están haciendo. Que este pais necesita un lavado completamente y el futuro que somos nosotros se lo vamos a dar!!...".
Lo reproduzco literalmente, con su propia redacción y ortografía, como el reflejo de la influencer en el espejo de una de sus seguidoras. Y no cargo contra estos jóvenes. Son víctimas inconscientes de un entorno culturalmente degradado, de las redes sociales, de los planes de estudio que desde la Logse los han dejado educativa y culturalmente indefensos, y de la mercantilización antihumanista de la Universidad tras el plan Bolonia (Fernando Savater: "Es casi imposible no pensar que lo que la reforma de Bolonia va a producir en un futuro inmediato, con la sustitución de las licenciaturas por grados, es justamente una degradación de los estudios y de las titulaciones; o sea, los graduados de mañana sabrán menos que los licenciados de hoy"). Tienen a su alcance, como ninguna otra generación lo ha tenido, y muchas veces gratis, lo mejor que el genio humano ha creado a lo largo de 2.500 años. Pero les faltan quienes, con pasión y autoridad, los guíen contagiándoles el aprecio, el deseo y el disfrute de ellos. Es decir, quienes los eduquen (de ducere: guiar).
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