Crónica Personal

Pilar / cernuda

Informe PISA

EL nuevo informe PISA nos ha dejado otra vez con las vergüenzas al aire. Hemos mejorado mínimamente la calidad de la enseñanza, muy mínimamente, y estamos por debajo de la media europea en materias básicas como la comprensión en lectura o conocimiento de matemáticas. Así, desde luego, no preparamos a nuestros hijos para salir adelante.

Coinciden los datos del informe PISA con la polémica sobre la ley Wert. Como toda ley, y es posible que ésta más que otras, podrían haberse introducido elementos de mejora, pero la oposición ha incidido sobre todo en aspectos políticos más que en los profesionales, se ha mirado más la ideología que la calidad. Lo mismo que ha ocurrido con la Reforma Laboral, que desde Bruselas hasta los organismos económicos internacionales han valorado positivamente, y que ha sido uno de los elementos clave para que este inicio de noviembre nos encontremos con unas noticias sobre el paro que eran impensables hace media docena de años. Sin embargo, la crítica aquí ha sido demoledora.

El resultado del nuevo proyeto educativo no se verá hasta dentro de un tiempo pero al menos hay algo ya constatable y que confirma el informe PISA: el camino que llevábamos no conducía a ninguna parte, nuestros estudiantes no alcanzaban el nivel exigido de formación y por tanto no salían bien preparados para buscarse la vida.

Entre los países que están más arriba en la tabla de calidad de enseñanza hay coincidencias que valdría la pena tener en cuenta: la exigencia de que los profesores tengan una formación impecable, sobre todo aquellos que deben ocuparse de los recién llegados a la escuela, los alumnos de primaria. Esos años son decisivos para que aprendan a estudiar, para que asimilen conceptos como la autoridad del profesor y el respeto que merecen y, por supuesto, que admiren a esos profesores por su cuidada preparación. En España, esa preparación ha quedado en entredicho cuando hace pocos meses hemos conocido el resultado de las pruebas a las que habían sido sometidos.

Esos países que figuran entre los mejores cuentan en su mayoría con más horas lectivas que el sistema español, dan prioridad a la lengua, exigen un inglés perfecto, fomentan la lectura, los profesores trabajan en sintonía con los padres, existen sistemas que permiten acceso a la mejor educación a los económicamente más débiles y dan prioridad a todo lo relacionado con la cultura.

Cuando fallan las ideas, lo que hace falta es copiar las de quienes van por delante. Pero aquí ni siquiera eso admiten los políticos.

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