FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

el periscopio

León / Lasa

Inmigrantes: la gran careta europea

¿Estamos de verdad dispuestos a compartir nuestros recursos y aceptar más impuestos a cambio de más solidaridad?

ES muy difícil quedar indiferente cuando, mientras degustamos nuestra cerveza favorita, esa de doble malta y color ambarino, asistimos vía telediario al bochornoso espectáculo de decenas, centenares de inmigrantes -niños y bebes incluidos- siendo rechazados en las limes terrestres o marítimas del Imperio, de nuestro Imperio. Lo normal en tales circunstancias es observar las imágenes constreñidos y, acaso escogiendo en la tabla de quesos si preferimos el Idiazábal ahumado al Brie, manifestar en voz alta (si no estamos solos) o pensar (si lo estamos) que la situación es realmente intolerable y que algo habría que hacer al respecto, así, de una forma un tanto impersonal; o, incluso, si nos indignamos un poco más, que "nuestros políticos", o que "el Estado" deberían tomar cartas en el asunto, como si esas posibles soluciones fueran entelequias ajenas a nuestro propio devenir, a nuestro propio compromiso, a nuestra particular conducta. Un ejemplo canónico de aquello que Pascal Bruckner hace ya muchos años bautizó como "las éticas indoloras de Occidente", esas actitudes inocuas con las cuales se pretende cambiar algo para que lo esencial -es decir, nuestro estilo de vida- continúe tal y como lo conocemos el mayor número de años posible.

Indignarnos, apenarnos, montar una tómbola benéfica o incluso asistir a un flamenquito solidario constituye la parte manejable de la cuestión. Mirar un poco más allá, como señalaba el profesor Lazo hace poco en estas mismas páginas, y preguntarnos cuántos inmigrantes estaríamos dispuestos a acoger, por qué limitar un número, con qué criterio escoger a los afortunados, qué hacer con el resto, a qué coste, qué sacrificios nos planteamos afrontar, a qué renunciaríamos de nuestra acomodada vida... contestar todo ello, digo, significaría, sin duda, explorar el lado incómodo del problema migratorio. Y cuando decimos "problema migratorio" no nos estamos refiriendo a esos sesenta millones de chinos que viven, trabajan y prosperan fuera de sus fronteras, o a esos veinte millones de indios, muchos de los cuales brillan en empresas informáticas del Silicon Valley, sino a esas multitudes de desarrapados que huyen de la guerra, de la miseria y del hambre, sobre todo del Medio Oriente y del África más profunda. En países de una urdimbre socio-económica tan frágil como el nuestro ¿estamos de verdad dispuestos a compartir nuestros recursos, nuestros empleos? ¿Aceptaríamos, por su parte, más impuestos a cambio de mayor solidaridad? ¿Seríamos capaces de abrir las puertas de nuestras casas? Si fuera así -y ojalá lo fuera- entonces sí, de verdad, "refugees welcome". Si no, caretas fuera. PS.: Hasta 242 altos (¿?) cargos del gobierno de Puigdemont cobran más que el presidente de Gobierno. El propio Puigdemont percibe más de 140.000 euros anuales. Vocación de servicio público, lo podríamos llamar.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios