Será tremendo el ir y venir del personal en este fin de semana en que se reanudan las viejas costumbres de viajar por viajar. Imaginemos por un momento cómo estaría el peaje de Las Cabezas en caso de seguir existiendo. Pensemos en cómo se atascará la salida a Matalascañas en La Palma o hasta dónde la petición de mesa en cualquier comedero de Cazalla. Desde hoy ya puede la gente salir de ese gueto en que se convirtió la provincia, adiós a una estabulación que nos ha tenido con el ánimo a media asta y las neuronas a punto de saltar por los aires. Y cómo influirá en estos talantes que ha de comerse la tierra la ampliación de horarios en los bebederos a mano, esos que han ido bajando la persiana en lo mejor del querer. Y después de este descorche de los sentidos ¿qué será de nosotros? A ver quién adivina el cariz que va a tomar el día después y recemos lo que sepamos.
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