Abolidas las restricciones, los aforos se hacen insuficientes traiga lo que traiga la convocatoria. Lo mismo Alejandro que Manuel Carrasco, José Manuel Soto que Marc Anthony, lo mismo da el Villamarín que la Cartuja o la Maestranza, el cartel de no hay billetes es adminículo inevitable. Y cuando ya creíamos haberlo visto todo y plenamente curados de espanto nos dimos de cara con el abarrotamiento de un amplio aforo en la presentación de un libro. El patio de la vieja Audiencia sin que cupiese un alfiler, pleno en la hipotética taquilla al señuelo de autor y de protagonista. Todas las Sevillas imaginables al conjuro del libro con el que Carlos Navarro ha biografiado al gran Juan Robles, el tabernero que nunca dejó que le abandonase la sonrisa y que logró el milagro de amalgamar a las dos Españas ante sus fogones. Nunca jamás, tanta expectación ante un libro.
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