FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

La Internacional de las flamencas

Las flamencas ganando la batalla de la lucha de clases, todas bellas y poderosas. La Internacional de la belleza

Hasta el sábado por la noche con el Hotel Alfonso XIII convertido en portada y encendiéndose como el primero de los farolillos, hubo quien remató un dobladillo, ajustó una cintura, puso una puntilla que, rebelde, se había descolgado de un volante. Los talleres han echado humo y ese zoco virtual que es wallapop ha hervido en trueques y compras, se puede estrenar por poco precio, se puede vender o cambiar por otro ese traje que parece haberse encogido o ensanchado. Maldita pandemia que nos ha dejado en herencia dolor y algunos kilos. Pero los sevillanos, y muy concretamente las sevillanas, son sabios en rehacer y rehacerse. El sábado la Feria volvió con las ganas de dos años esperándola, las sevillanas se cantaron como un conjuro, las cenas se ajustaron al presupuesto, las casetas ampliaron sus salidas de aire por si el bicho las visita. Hay niños que nunca la han visto. Hay quien creyó que no la volvería a ver. Ha vuelto. Hemos vuelto.

Y, mientras, manos que cosen, prestas, rápidas, ágiles, presurosas. El domingo alea jacta est. El traje que no se recogiera en un apuro el sábado por la mañana ya no pisará el albero. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. O se tiene que arramplar con el del año pasado o aquel que te arregló tu madre cientos de veces y que vive en el armario desde que tenemos memoria y sigue pareciéndonos tan hermoso. Aunque funciona como un reloj la sagrada hermandad de las amigas. Un tráfico de avíos, abalorios y trajes que ríete de las bitcom y las criptomonedas. Cuando una amiga vive fuera y llegará justo para el pescaíto o incluso después del alumbrado, la ceremonia se anticipa unos días y se va retransmitiendo como una final de Eurovisión. Se airean los trajes antiguos, se incorpora, bien visible, el nuevo. Se cuelgan los mantones en los quicios de las puertas y en las estanterías para que los flecos vayan cogiendo caída. Se van haciendo fotos para que la impaciente visitante vaya escogiendo, opinando, haciéndosele el cuerpo. Cuando llega se prueban. Siempre se prueban, porque siempre hay alguna nueva que se apunta. Menudeo de volantes, intercambios. La Hermandad de las flamencas, antes y después, ya vestidas. Mujeres que se ajustan los mantoncillos, recolocan las flores, prestan horquillas, aunque no se hayan visto en la vida. Y se ayudan en los cuartos de baño. Merecerían ser disciplina olímpica las torsiones en esos recintos de medio metro, con doble puntuación para quienes son capaces de manipular esos trajes sirena que se encajan hasta la rodilla. Benditas faldas amplias. Y merece la pena. Las flamencas ganando la batalla de la lucha de clases, todas bellas, todas poderosas. Todas color. La Internacional invicta de la belleza.

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