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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Invasores del Porvenir

'Guiris', cotorras de Kramer, vecinos advenedizos y gastrósofos nocturnos invaden el barrio

La primera vez que los vimos pensamos que se habían equivocado. ¿Qué hacía un grupo de guiris de safari por Felipe II? Quizás la brújula se les había estropeado y, en vez de tomar la salida del Parque de María Luisa por el Bar Citroën, enfilaron la del Quiosco Abilio, tras un pertinente leñazo de menudo y tinto. Después leímos un titular de mal agüero que afirmaba que, tras el casco antiguo, los barrios de Nervión y el Porvenir son los que más pisos turísticos albergan. ¿El Porvenir? En ese momento recordamos una charla antigua en la que el periodista vascongado Santiago Belausteguigoitia, entonces redactor de El País, mostraba su extrañeza por el hecho de que este barrio heredero de la Exposición del 29 no saliese en las guías turísticas de Sevilla. Te han hecho caso, Santi.

No estamos ante la primera oleada migratoria en el Porvenir. Antes llegaron las cotorras de Kramer, atraídas por la foresta del Parque. Ahora colonizan las copas de los plátanos, los cinamomos, las jacarandas, las palmeras y las acacias del barrio. A nosotros nos divierte ver sus palmitos americanos y su vuelo jaranero, pero dicen los especialistas que son una "especie invasora" (así la califican) y los ornitólogos, algo tiquismiquis, se quejan de que sus graznidos ecuatoriales no les dejan escuchar el delicado trino del petirrojo. El fandango mestizo y tropical no es del gusto de personajes tan refinados.

El Porvenir se ha forjado a golpe de foráneos, invasores y arrimados. Primero como zona residencial del personal de la Exposición Iberoamericana, luego como ensanche mesocrático y burgués. Por allí vemos pasear a un vecindario ilustrado y relativamente recién llegado: los pintores Javier Buzón, Rafael González Zapatero y Juan Lacomba, el escritor Vaz de Soto, los historiadores Paco Núñez y Rafael Sánchez Mantero, el poeta Mario González Reina... Alguno, como el literato Manuel Gregorio González, perteneciente a la más rancia aristocracia del barrio, harto de tanto advenedizo -como el arribafirmante- y picado por el virus del viaje, se ha mudado a la collación del Vizcaíno, en pleno Moscú sevillano, donde apenas hay árboles ni guacamayos.

El Porvenir también tiene su emigración golondrina, compuesta por gentes que vienen y van, siempre a la búsqueda de los muchos restoranes, bares, tascas, cafeterías y tabancos que han proliferado en la antigua huerta de Zambrano. Al igual que las cotorras de Kramer, es una fauna ruidosa y maqueada, que le da al barrio un ambiente festivo, a veces cosmopolita y a veces rociera, casi siempre achispada y gregaria. Pero de la revolución gastronómica del segundo anillo de Sevilla, con permiso de Euleón y Pepe Monforte, escribiremos en otra ocasión.

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