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La esquina

josé / aguilar

Investidura diez meses después

SI no se tuercen las cosas, que podrían perfectamente torcerse, el candidato de la fuerza política más votada será elegido presidente del Gobierno dentro de tres semanas. Lo normal en las naciones de nuestro entorno va a tardar diez meses en producirse en España: de diciembre de 2015 a octubre de 2016, diez meses perdidos por la ineptitud y el sectarismo de la clase política.

Como digo, todavía es posible el petardazo de que no haya investidura y vayamos de nuevo a votar (los que voten). Liquidado el temerario Pedro Sánchez por el golpe de mano de los barones cobardones que no se atrevieron a combatirle de cara, en tiempo y en forma, aún está por ver que la gestora convenza al Comité Federal socialista de que se deje gobernar a Rajoy. Tiene un argumento poderoso, resumido por el presidente Fernández: peor que un Gobierno en minoría del PP es un Gobierno del PP con mayoría absoluta. Pero es seguro que diputados sanchistas y catalanes rechazarán la abstención aunque los sancionen, y más seguro que el comité no consultará a la militancia.

No la consultará porque, en caso de hacerlo, Rajoy podía despedirse de la Moncloa. Las bases del PSOE han sido instruidas con machaconería en la idea de que abstenerse en favor de la lista más votada, siendo ésta de derechas, era una monstruosidad y una traición a los votantes. El No es no de Pedro ha engordado hasta la patología por culpa de los barones que al final lo han acuchillado ante el desconcierto y la rabia de los militantes, a quienes se va a imponer una salida dictada.

Otra dificultad para la investidura procede del PP. De la tentación que acecha a parte de sus dirigentes de aprovechar la extrema debilidad del PSOE para darle la puntilla. La doble derrota de esta semana en el Congreso (perdió votaciones sobre la prisión permanente y la ley de educación) alarmó a los populares. Algunos dirigentes significados lanzaron el mensaje de que el PSOE no sólo debería abstenerse en la investidura, sino que tendría que comprometerse con la estabilidad, garantizar su apoyo a los presupuestos... convertirse en rehén del PP para toda la legislatura, vamos. Un chantaje infumable que, finalmente, Rajoy ha frenado al proclamar que se conforma con que lo hagan presidente. La tentación, no obstante, sigue ahí, y seguirá hasta que las partes negocien en serio.

Si lo hubieran hecho hace diez meses, el PSOE no estaría agrietado y convulso y su dirección no ningunearía a los militantes.

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