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LA popular tonadillera sevillana Isabel Pantoja, condenada a dos años de prisión por blanquear dinero ilícitamente obtenido por su ex pareja sentimental y ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz (caso Malaya), agota sus últimas posibilidades de eludir el ingreso en prisión. Poco confiado en que el recurso de súplica que va a presentar ante el propio tribunal que la juzgó, la Sala Segunda de la Audiencia de Málaga, su abogado defensor ha decidido solicitar a dicha instancia judicial que posponga la entrada de Pantoja en la cárcel para que pueda cumplir con el calendario inmediato de conciertos de su gira y despedirse de sus seguidores. La Audiencia, por su parte, parece decidida a que la folclórica ingrese en prisión de inmediato en cumplimiento de la sentencia, como demuestra el auto dictado el lunes, que rechaza la petición de suspender momentáneamente la pena a pesar de que Isabel Pantoja reúne los requisitos exigidos por el Código Penal para la concesión de este beneficio: es delincuente primaria (sin antecedentes penales), su condena no supera los dos años y ha presentado un plan para abonar la multa que también le impuso el tribunal. Y lo rechaza con una contundencia e incluso un lenguaje que no deja lugar a la duda sobre la voluntad de los jueces: habla de su conducta como "paradigma de ilegalidad criminal", considera que un delito como el suyo constituye uno de los ataques más demoledores posibles a la sociedad democrática y subraya que su negativa a la suspensión trata de disuadir a todos aquellos que puedan sentirse tentados de repetir una actuación ilegal de esta índole. Argumento, este último, que subyace en la voluntad última de la Audiencia, que por un lado dice que no pretende ser ejemplarizante, y a continuación reconoce que quiere ser ejemplar. Le habría bastado a la Sala con aumentar levemente la pena impuesta a Pantoja, como de hecho hizo con la ex esposa de Muñoz, Maite Zaldívar, condenada en el mismo caso y por el mismo delito, para evitarse tener que justificar su negativa a suspender el ingreso en prisión. Claro que la sentencia se produjo mucho antes, cuando no existía la indignación social que vive ahora el país con todas las conductas relacionadas con la corrupción política e institucional, y también hay que tener en cuenta la personalidad desbordante y la atención mediática que se cierne sobre la cantante sevillana. Isabel Pantoja es culpable, rotundamente y sin ningún género de dudas, pero la opinión pública tiene derecho a preguntarse si la Justicia, en este aspecto concreto de la suspensión, le ha deparado el mismo tratamiento que a cualquier otro condenado de apellido menos conocido.

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