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Charo Ramos

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Israel Galván en Lausana

Su 'Consagración de la primavera' se estrena con ayudas suizas y francesas pero sin respaldo de su tierra

Jean-luc Godard vive en Lausana, una de las ciudades más hermosas de Suiza. Sin embargo, pese a haber superado las ocho décadas de vida, no se cuenta entre el público otoñal que acude al estreno de la nueva obra de Israel Galván en el Teatro Vidy de Lausana, donde el cineasta mostró su último trabajo Le Livre d'image. Sorprendentemente para nuestros estándares, al abonado suizo ya jubilado le apasiona la vanguardia y disfruta del jazz contemporáneo, la música atonal y la danza performática con el mismo fervor con que nuestros mayores secundan la zarzuela o el vodevil astracanesco. Así que en el estreno absoluto de La consagración de la primavera de Stravinsky en la versión que Galván ha preparado junto a la pianista Sylvie Courvoisier, ella nacida en Lausana pero afincada en Brooklyn, aunque la edad media ronde la sesentena no hay disonancia que asuste al patio de butacas, que hará salir tres veces a los artistas en la ronda final de aplausos. Godard, como nos contó la inolvidable Agnès Varda en Caras y lugares, no quiso recibirla cuando ella visitó Lausana poco antes de su muerte, algo que enturbia la tradición acogedora de esta capital olímpica que posee la mejor filmoteca de Suiza y es una de las mecas de la danza y sede del ballet de Maurice Béjart. En este epicentro artístico en la ribera del lago Leman la gente ha hecho suya la idea de que la cultura cohesiona la sociedad y mejora la vida así que La Consagración, que se estrena sin ayudas públicas españolas, cuenta con el apoyo entusiasta del Teatro Vidy y también de algunos de los mejores templos de la danza actual, como el Théâtre de la Ville parisino y el Sadler's Wells de Londres. En su aproximación a la obra de Stravinsky, el sevillano mantiene la fidelidad a la partitura, reelabora los códigos flamencos con su baile caleidoscópico y convierte el zapateado en una máquina de percusión que impacta por su ajuste con la música que interpretan a dos pianos Courvoisier y el estadounidense Cory Smythe, que adopta un papel subalterno a la directora musical. Más temprano que tarde esta explosiva y rítmica Consagración acabará llegando a nuestra ciudad, donde tampoco se ha visto El amor brujo que Galván estrenó en el Festival de Jerez, pero hasta ese momento hay que recordar que se trata de una coproducción de las compañías del coreógrafo sevillano y la pianista de Lausana con teatros extranjeros. Se entiende que la crisis haya dado al traste con muchos proyectos pero el apoyo a la danza es prácticamente inexistente en Andalucía y es llamativo que nuestros mejores artistas tengan que depender del mecenazgo de otros países para crear, ensayar, producir y poner en gira sus espectáculos. El flamenco debe mucho a los cantes de ida y vuelta. No dejemos que el viaje sea sólo de ida.

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