Tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

Los Jardines de Cristina

El asistente Arjona ideó en 1830 este jardín en honor a la esposa de Fernando VII

Este vergel junto al río ocupa un espacio por el cual transcurría la calzada que conectaba Hispalis con la Vía Augusta, de la que se pueden observar restos provenientes de excavaciones recientes, y que formaría parte del dieciochesco Paseo de la Bella Flor. En estos terrenos extramuros, entre la Torre del Oro y la desembocadura original del riachuelo Tamarguillo, el asistente José M. de Arjona ideó en 1830 el Salón de Cristina en honor a la esposa de Fernando VII. Se plantaron álamos, sauces, plátanos de sombra y fresnos; todas ellas plantas evocadoras, impulsadas por los nuevos aires que bañarían los brotes del romanticismo que germinaba en el arte y la poesía moderna.

Los actuales Jardines de Cristina quedaron muy constreñidos después del ensanche de la avenida denominada hoy de la Constitución y el levantamiento de los hoteles Cristina y Alfonso XIII, como consecuencia de las reorganizaciones urbanas encaminadas a la Exposición Iberoamericana de 1929. Su trazado llevaría el sello del ingeniero Juan José Villagrán, finalizando el proyecto con la erección de una estatua a Emilio Castelar, orador, escritor y presidente de la I República. Vicente Aleixandre, nacido en la misma Puerta de Jerez, surge en el albero ante el caminante, grabado en cerámica trianera: "Era una gran plaza abierta y había olor a existencia / un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo, / un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano / Su gran mano que rozaba las frentes unidas / y las reconfortaba".

Los jardines sufren su último modelado hace una década, cuando se introduce una fuente y diversos elementos pétreos en paseos y glorietas que glorifican a la Generación de poetas del 27. Habíanse reunido algunos de ellos a finales de ese mismo año en este lugar y recitado poemas en homenaje a Góngora, con ansias de eternidad... Jorge Guillén rememora ardiente: "Un recuerdo de viaje / queda en nuestras memorias. / Nos fuimos a Sevilla... / Concluyó la excursión, / juntos ya para siempre".

El reconfortante oasis alberga magníficos plátanos de sombra, quizá de la plantación original, que se encuentran entre los árboles más longevos de la villa. Muy atrayente es el palo borracho o árbol de la lana, Ceiba especiosa, de procedencia sudamericana: con espinas cónicas en un abombado tronco, excelsas flores rosadas con ribetes blancos y lanosas formaciones de sus frutos cuando ofrece las semillas; valiente, pues florece a finales del estío y en otoño, cuando ya la arboleda busca el letargo invernal en espera de la próxima primavera. Es posible contemplar, entre setos y plazuelas: casuarinas, lagunarias, jacarandas, pino piñonero, palmeras mexicanas, naranjos agrios, cicas, magnolio, yucas, arrayanes...

El excelso Gerardo Diego, velado por el glamour ajeno en tiempos pasados, ensueña en piedra: "Me estás enseñando a amar. / Yo no sabía. / Amar no es pedir, es dar, / noche tras día... / Me estás enseñando a amar. / Yo no sabía. / Amar es no pedir, es dar. / Mi alma, vacía".

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