Cuando están armándose los equipos con vistas al curso que se anuncia para dentro de un mes y cumpliéndose como van a cumplirse las veinte temporadas de Joaquín como profesional, el portuense ha cumplido todas las expectativas ante el requerimiento del periodismo. Irrepetible personaje este hijo del levante librando como está una particularísima batalla con el tiempo, ese enemigo que en su caso se ha convertido en aliado.

Carismático como muy pocos y con frecuencia políticamente correcto, el hijo del gran Aurelio ha desgranado un ideario de intenciones que bien podría suscribir el más bético de cuantos béticos andan a las maduras y también en las muchas duras que jalonan la historia del Real Betis Balompié. Y repasando estos cuatro lustros ha ido de Fernando Vázquez y aquella tarde septembrina en el San Lázaro compostelano a lo mucho que Serra y Setién han significado en su vida.

Como es de bien nacido ser agradecido, Joaquín ha prodigado los elogios al entrenador que contribuyó decisivamente a abrillantar su lógico ocaso para también hacer gala del cariño que le dispensa al técnico que le llevó a ganar aquella maravillosa Copa del Rey de 2005. Con Setién mantuvo una relación que resultó fundamental para lo realizado en los dos últimos cursos, mientras que al balear lo situó en ese lugar de privilegio que todo bético de bien le reconoce.

Y oyéndole estas confesiones en Montecastillo, la duda estriba en a ver qué tiempo le queda al nivel que lleva demostrando desde que volvió de Florencia. El domingo 21 cumple 38 años y no recuerdo en nuestro fútbol a un jugador con ese nivel a dicha edad. Robi está impresionado con su capacidad de trabajo y lo más probable es que los que le tildan de mero cuentachistes tengan otra vez que tragarse las palabras. No estaría mal, pero que nada mal que así fuera o fuese.