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Como en botica

José Rodríguez / de La Borbolla

Jorge Semprún: Memoria y Memorias

"El segundo coronel, el Manco, preguntó entonces a Hans cómo podía ser tan categórico. ¡Porque yo estaba allí! respondió Menzel indicando un lugar en la foto".

(Jorge Semprún: La segunda muerte de Ramón Mercader)

EL mes pasado, diciembre de 2013, Jorge Semprún habría cumplido 90 años. No llegó a cumplirlos, pero en los 88 años que vivió tuvo el coraje, las capacidades y la acumulación cultural que le permitieron vivir, con plenitud, siete u ocho vidas, todas interesantes. Sus libros y sus guiones son testimonio de todas y cada una de ellas. Jorge Semprún estuvo en muchos sitios, vio muchas cosas y supo contarlas, siempre con la perspectiva crítica subjetiva -subjetiva, sí, porque él odiaba el sustantivo "objetivo" y el adverbio "objetivamente"- del intelectual que llega, incluso, a mirarse a sí mismo y al propio papel desempeñado desde fuera, sabiendo enfocarse como un narrador y como un sujeto más de la acción, pero nunca como el Prometeo liberador o la víctima inocente de las circunstancias en que se convierten, para sí mismos, muchos y muchos autores de Memorias, ya sean en uno, en dos o en tres tomos.

Me compré La segunda muerte de Ramón Mercader el día 19 de abril de 1971, a escondidas, en la Librería Lorenzo Blanco, en la edición venezolana de la Editorial Tiempo Nuevo. La leí de un tirón y sigue siendo uno de los libros de mi vida. Lo conservo con devoción, mucha más tras la incorporación al mismo de la dedicatoria autógrafa de Jorge Semprún, en octubre de 1989. Hay libros que te marcan para siempre con una lectura, lo mismo que hay personas que te dejan huella para siempre, con un mero gesto o con una simple frase.

La segunda muerte de Ramón Mercader es un libro panorámico. Una novela de espionaje, a la altura de los mejores libros de John Le Carré, pero llena de reflexión sedimentada sobre la condición humana, sobre el entorno político y sobre la situación social. Una visión completa, desde la fractura de España, de la Europa del Siglo XX: un repaso del nacimiento, expansión y crisis del comunismo y una predicción de su autodestrucción; una revisión de las consecuencias del nazismo; un reflejo de la Guerra Fría y una reflexión sobre la intercambiabilidad de los poderes -a través del retrato de sus servicios secretos- desde el momento en que pierden el sentido de su misión; un llanto por la España democrática que dejó de ser; una historia tierna de amor; un canto sublime a la carne; unos personajes con carácter y con ganas de beberse la vida a sorbos; una oda a la Cultura y al depósito civilizatorio europeo; un reflejo de la admiración por las ciudades, desde Ámsterdam a Madrid, desde Zúrich hasta Roma, desde Moscú hasta Berlín, como centros de convivencia y de creación de humanidad… Todo nuestro mundo, en fin.

Los libros sirven mucho. Los libros sirven para todo, porque todo está en los libros. A mí me han servido y me siguen sirviendo. A mí, en concreto, La segunda muerte de Ramón Mercader me vino muy bien, como me vinieron muy bien, años antes, Guerra y paz, oLa ciudad y los perros, o El pensamiento de Carlos Marx. Los libros te hacen crecer. En 1971, cuando leí por primera vez a Semprún, yo tenía 24 años. A partir de entonces fui más persona. Porque pensé que, para ser algo en la vida y para ganarse el respeto de los demás, había que ser de una pieza, como Ramón Mercader-Jorge Semprún, costase lo que costase. Y como Fernando Claudín, uno de sus amigos del alma y otro personaje de cuyos libros me nutrí en aquellos tiempos. Ninguno escribió sus Memorias, pero hicieron permanente la Memoria, no sólo la suya.

Hace poco, Soledad Gallego Díaz pedía Menos libros de memorias y más diarios (El País 1/12/2013). Yo no he escrito diarios nunca, porque me daba algo de vergüenza retratarme a mí mismo. Pero sí he hecho algo que me inspiró el párrafo que encabeza este artículo: he guardado todas las fotos, escritos, documentos y notas relativas a todas las cosas que he hecho o todos los actos en que he participado. Testimonios de que yo estuve allí, donde fuera, haciéndolo bien o mal, sin valoración por mi parte. Ahora están ordenándomelo todo, pero, aparte de legárselos a la Junta, y ofrecerlo a los investigadores, no sé qué haré con ellos. Estoy intentando acercarme a mí mismo como Jorge Semprún se acercó a sí mismo, con subjetividad distante y crítica. Ya veremos si lo consigo. Y entonces veré qué hago.

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