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Juan Ruesga / Navarro

Juan Miguel

CUANDO un artista es conocido principalmente por su nombre de pila, es que fue muy apreciado por sus coetáneos. Es el caso del pintor andaluz Juan Miguel Sánchez, que ha sido y es para los que apreciamos su obra, Juan Miguel a secas. Esa familiaridad en el trato indica proximidad y pertenencia mutua. Somos suyos y él es nuestro. "Al Museo de Sevilla iba a diario Juan Miguel, a copiar las maravillas de Murillo y Rafael...", escribió Rafael de León. Viene al caso recordar al artista, por las noticias y artículos leídos días pasados sobre el cierre y posible cambio de uso de la Estación de Autobuses del Prado de San Sebastián, donde se encuentran en el vestíbulo de viajeros unos importantes frescos de Juan Miguel.

Su biografía y obra corre paralela y se entreteje con otros artistas andaluces. Los pintores Gonzalo Bilbao y Bacarissas con los que estudia y perfecciona el oficio. El arquitecto Juan Talavera y Heredia con el que colabora en la Glorieta de Ofelia Nieto del Parque de María Luisa. Sale adelante a base de distintas colaboraciones, trabajando en talleres cerámicos, algunos encargos de retratos y notables carteles, entre los que destacaría los que pinta para el Patronato Nacional de Turismo (1928-1936). Recomiendo especialmente el que hizo para la serie Visit Spain, bajo el lema Sevilla, the city of unique charms. Bien compuesto, marcando las profundidades con un brillante manejo de las masas e intensidades de color, desde los rojos y amarillos en primer término a los suaves violetas y azules agrisados del fondo. Un ejemplar en buen estado se puede ver en los salones del Hotel Oromana. Una actividad que desarrollaban también los pintores de su tiempo era la decoración de numerosos comercios y establecimientos, en una ciudad de Sevilla que apreciaba en aquel momento el modernismo. Es en esos trabajos en los que colabora mi padre con Juan Miguel. Prácticamente todos han desaparecido, de los últimos y más queridos, el Bar Laredo. Al igual que los muchos locales art-decó que hizo el arquitecto Galnares, que algún día habrá que valorar.

En los años cuarenta, tras la Guerra Civil, se consolida su carrera con la obtención de la Cátedra de Procedimientos y Técnicas de la Pintura en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. Recibe algunos reconocimientos e ingresa en la Academia de Bellas Artes. Es en esa época de plenitud cuando realiza los mencionados frescos. El paso del tiempo y sobre todo la obra de los hombres ha desdibujado la presencia de uno de los artífices de Sevilla. Aunque aún podemos ver desfilar el palio de la Virgen de los Ángeles, que diseñó íntegramente y que espero que se mantenga y cuide como la joya del modernismo sevillano que es. Una prueba de la posibilidad de llevar las artes decorativas a altas cotas, siempre que se arriesgue en el diseño como Juan Miguel hizo en ese paso de palio.

Espero que con todas las idas y venidas que los temas tienen en Sevilla, éste de la estación de autobuses no termine con el deterioro o pérdida de los frescos de Juan Miguel. Ni el artista ni la ciudad lo merecen.

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